Ficha película

Título:
Pearl Harbor
Director:
Michael Bay
Intérpretes:
Ben Affleck, Josh Hartnett, Kate Beckinsale, Cuba Gooding Jr., Alec Baldwin, Jon Voight.
Calificación:
Crítica

Aunque parezca mentira -que reza una de las cancioncillas de moda de este año- “Pearl Harbor” no es una mala película. Me explico: la parafernalia panfletaria y propagandística del salvaje ataque japonés a la base militar Hawaiana está fuera de duda, y llega decididamente a empachar a cualquier espectador que no sea norteamericano. La historia de amor está realmente metida con calzador en la historia, y es tan ridícula y tópica que parece sacado de una novela rosa barata, con los resortes más manidos de toda esta arquitectura emocional ¿Entonces? Pues entonces, tenemos que pensar que lo que estamos viendo es cine-espectáculo y punto final. Ese ha sido el gran error, tanto del productor del film, Jerry Buckheimer, como de su director, Michael Bay, que se han empeñado en dotar a este film de una “trascendentalidad” que no debería tener, so pena de caer -como de hecho cae- en la más apabullante propaganda pro “american-way-of-life”.
Pero es que la historia se repite, porque esto no es más que otro intento de las grandes superproductoras norteamericanas para meterse en el bolsillo al público a mazo, intentando replicar de manera más o menos convencional un éxito como el de “Titanic”. La fórmula es muy parecida: historia real en la que se enmarca otra ficticia de amor, para potenciar aún más el dramatismo; hay, en cambio, una sustancial diferencia, ya que en “Titanic” la historia funcionaba porque las referencias sociales e ideológicas -que como las meigas, haberlas, haylas- estaban bastante bien inteligentemente mezcladas en el film, pero en “Pearl Harbor” son tan evidentes, zafias y brutales, que abruman al espectador -con la presencia de la bandera norteamericana en plano cada minuto y medio o dos minutos-. La historia de amor orbita entre dos pilotos de guerra, amigos de toda la vida, y una preciosa enfermera. Cuando uno de ellos es dado por muerto, el otro termina emparejado con su antigua novia, y cuando parece que mejor les va, aparece el supuestamente “fallecido” para comprobar no sólo que su chica ya está con su mejor amigo, sino que encima y para remate, los japoneses bombardean la base donde están destinados. Este pobre “pretexto” no puede en ningún momento ocultar el claro mensaje moralista y pro-americano que la película esconde, llegando a amargar a cualquier espectador no-USA. Pero eso sí, las secuencias de acción -las del bombardeos- son las más espectaculares jamás vistas en un ataque de aviación en la historia del cine: ni siquiera “La batalla de Midway” puede comparársele. Lástima que su ideología (¿o debería decir “idiología”?) sea tan manifiestamente maniquea.


Federico Casado Reina



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