Mexico nos está regalando últimamente auténticas perlas de buen cine, desde toda la producción del curtido realizador Arturo Ripstein, a nuevos valores como Alejandro González Iñarritu que dirigió con pulso e inusitada fuerza narrativa “Amores perros”, o bien la película que nos ocupa, que aunque mantiene la más clásica estructura de “road-movie” –o lo que es igual, “película de carretera”, donde los personajes viajan en coche, evolucionando tanto el paisaje como su propia percepción de la realidad- añade un soplo de aire fresco en cuanto a un argumento que entronca con los sueños de dos adolescentes, imbuidos hormonalmente de sexo, pero con la conservada inocencia de dos verdaderos niños traviesos que en su juego recíproco, descubren la pasión, la entrega, la amistad o el auténtico sentido de la existencia humana: Julio y Tenoch viven una acomodada pero aburrida vida, y un buen día deciden invitar a la voluptuosa mujer de uno de sus primos a unos días en una paradisíaca playa que está a unos días en coche.
Durante todo el trayecto se producirá un viaje iniciático, tanto para ellos, que descubrirán todo un universo oculto hasta entonces delante de sus ojos y las sensaciones sexuales siempre soñadas y jamás experimentadas, como para ella, una chica burguesa casada con un marido infiel y amargada con su tediosa vida; lo importante es que Cuarón, un director que ya mostró su dominio de los personajes y sentimientos en “Grandes Esperanzas” –superproducción de Hollywood con Gwyneth Palthrow, Ethan Hawke y Robert De Niro, nada más y nada menos- en esta ocasión no sólo traza un agudo retrato de cada uno de los personajes y sus particulares situaciones, sino que encima se permite el lujo de hacer una panorámica sobre un país tan intenso como México, desgajando todas sus tradiciones y particularidades sobre la acción principal; los cacheos de la policía a los lugares o las procesiones que reclaman el dinero de los paseantes, son algunas de las alucinantes visiones que se solapan a la perfección sobre este auténtico volcán social a punto de entrar en erupción.
Quizás el formato narrativo y el montaje puedan resultar algo pretenciosos, con la inclusión de una voz en “off” en buena parte del metraje, así como un clímax y una reflexión final algo moralizante que indudablemente resta algunos enteros al balance de toda la película.
Obviando estos elementos menores, estamos ante una refrescante, divertida, emotiva y moderna cinta que además tiene una factura verdaderamente impactante, con una banda sonora donde podemos oír canciones como “By the river” de Brian Eno.