En Hollywood, ya casi no se hacen películas: se hacen monstruosas operaciones de marketing en las que se implican presuntas “estrellas” que hacen que el público llene las salas, todo ello arropado por una banda sonora vendible en CD, con un videojuego que recree la película, camisetas de los personajes, posters, y todo un universo de “merchandising” que pertenezca de modo oficial a la iniciativa de los grandes estudios. Esas “franquicias” son el paradigma de la rentabilidad empresarial, como “Arma Letal”, “Alien”, “La guerra de las galaxias”, “Regreso al futuro”, “Indiana Jones”, “Misión Imposible” y así un largo etcétera que perpetúe una fórmula que una vez funcionó, y a la que no hay que alterar ni un solo plano del film original, no vaya a ser que la cosa no recaude lo que se tiene previsto. Y esto mismo es lo que ha sucedido con la cinta que nos ocupa, y que es ya la segunda parte de un exitoso e irrelevante film, pero que en su estreno, recaudó un dineral en la taquilla.






En la historia del cine, las parejas cinematográficas –especialmente de policías- siempre han dado su resultado, sobre todo si las diferencias entre ambos son tan grandes como para hacer nacer el humor. Uniendo a la mega-estrella de las artes marciales Jackie Chan –un auténtico acróbata, atleta y espectacular saltimbanqui- y al rapero más desvergonzado del cine norteamericano Chris Tucker ,al que vimos en “El quinto elemento, surgió la imposible pareja de un policía de Hong Kong y otro de Los Angeles, que juntos conseguían terminar con la delincuencia de las forma más increíble. Ahora la fórmula es la inversa argumentalmente, es decir, el norteamericano es el que va a oriente, con el consabido choque cultural –que también estuvo en la primera parte, sólo que fue Chan el que no se enteraba de lo que pasaba en los USA-, para enfrentarse a un mafioso capo que falsifica dólares americanos.






El problema de la película, es que simplificando los actores incorporados a la saga –con la especial mención de John Lone, antaño “El último emperador” de Bertolucci... quién le ha visto y quién lo ve- la película es una repetición de la anterior, sólo que con decorados diferentes y secuencias de acción distintas, aunque resueltas con el mismo toque de “humor y acción” marca de la casa Jackie Chan y ahí radica su miseria: no se ha arriesgado nada, únicamente se ha intentado perpetuar un éxito de taquilla para seguir sacando dinero de una fórmula de sobra agotada en el cine USA, pero que para muchos sectores del público, incomprensiblemente, sigue funcionando.