Aunque el autor haya renegado de su evidente vinculación con la trilogía de colores de Kieslowski, todo el film tiene una gran resonancia con esa historia, especialmente con Azul, protagonizada por Juliette Binoche; en esta ocasión son tres hermanas que intentan sobrevivir olvidando un traumático suceso de su pasado que las ha marcado de por vida, ya que vivieron el suicidio de su padre tras salir de la cárcel y ver que no es aceptado de nuevo por su mujer y sus hijas. La pátina del olvido que muchas veces tenemos que utilizar para seguir adelante después de haber vivido la muerte de alguien querido, o algún accidente o trauma del pasado es precisamente la que este realizador muy inteligentemente maneja en el desarrollo dramático de la historia, que va paulatinamente retorciéndose en cada personaje. Cada una de las tres mujeres entenderá la vida y los recuerdos de una forma diferente, pero ninguna puede negar su origen y destino cuando aparece un carismático hombre que comienza una intensa y apasionada relación con la hermana más pequeña.
Lógicamente, no es el clásico drama facilón venido de Estados Unidos: aquí nos enfrentamos con una historia de una intensidad dramática mucho mayor, y de gran sutileza, despertando otra de las grandes claves del film, tan pretenciosa como bien llevada en la mayoría de los casos: Ingmar Bergman. La contención, las miradas y los silencios son bien utilizados por este director, que es capaz de articular con las mínimas indicaciones posibles una compleja red entre los personajes que se va dilucidando a medida que nos metemos en el episodio histórico que las ha marcado de por vida, y que resurge inesperadamente y con toda la fuerza de un huracán.
Rodada con pulso y con una factura excelente, la película cuenta además con la presencia de grandes pesos de la escena cinematográfica francesa, como la bellísima Emmanuelle Beart, o las sólidas Karin Viard y Marie Gillain, que componen un acertado fresco social del actual mosaico humano de Francia. Narrada con parsimonia, pero con determinación, es una drama intenso y de tintes profundamente sociales, pero que en ningún momento adopta el aburrido tono doliente de muchas películas de este tipo, sino que mira esperanzadoramente hacia el futuro a la hora de plantearse la reflexión de que vivir con miedo es no vivir. O mucho mejor, que no merece la pena olvidarse del pasado, porque probablemente, nos impida conocer mejor nuestro propio futuro.