Por mor de la diferencia de fechas en el estreno, ahora tenemos la oportunidad de contemplar la obra póstuma del gran Altman, un hombre que tomara el pulso de una ácida y aguda manera a la sociedad norteamericana del siglo XX, con una óptica tan cínica como certera, y que finalmente ha conseguido un precioso canto de cisne que prácticamente nos pronostica el desastre social, económico y personal al que todos vamos encaminados de perpetuarse esta sociedad competitiva, inmisericorde y cruel, donde el único valor importante es la rentabilidad, el dinero, la juventud, y en definitiva, lo nuevo, más barato y mejor –que también tendríamos que hablar lo nuestro de quién establece esos patrones de bienestar social…-. El inteligente Altman ha situado la acción de su última película en un trasnochado show country radiofónico, en el que una pareja de cantantes pasadas de moda sobreviven como pueden, unos vaqueros siguen ejerciendo sus papeles de chicos duros y una compleja y a la vez entrañable galería de personajes conforma un mosaico fascinante de perdedores a los que parece que la vida aún les está dando una oportunidad cuando ve que la sala de su representación radiofónica en directo se llena a reventar…sin saber que será la última emisión que harán jamás puesto que un conglomerado empresarial-mediático ha comprado la cadena y ha decidido eliminar ese programa de la parrilla…
En estos momentos en los que las audiencias lo son todo, parece interesante reflexionar sobre los medios de comunicación, reflexionando sobre dónde están los criterios para llegar al espectador: ¿es el espectador el que demanda una serie de contenidos, o son los contenidos los que hacen que el espectador sienta esa demanda? El brillante guión de Garrison Keillor y Ken Lazebnik establece una visión muy global y acertada, magníficamente orquestado por un Altman que demuestra tanto su maestría en dirigir actores –todos ellos a un nivel espectacular- como en tener una narración ágil en la historia, mezclando la contundencia de un ritmo pausado en los momentos dramáticos, y la ligereza en las secuencias más divertidas, articuladas con gran precisión.
Aunque por producción pudiera parecer una película menor –acuérdense, que en su estreno Vidas Cruzadas también lo fue, y ha pasado ya a la historia por su grandeza cinematográfica…- este último film de este gran maestro incontestable del cine es una más que honrosa despedida de este auténtico pilar del cine contemporáneo, que nos regaló perlas como MASH, Nasville o El Juego de Hollywood.