El filón sigue manando: las adaptaciones de cómic han demostrado ser casi el único camino para que la comercialidad made in Hollywood siga funcionando, y muy probablemente veremos en un futuro no muy lejano todo tipo de traslaciones al celuloide -estoy esperando a Zarpa de Acero, y otros tantos más que llegarán, seguro que llegarán.
Tras comprobar este monumental éxito que traen las adaptaciones del cómic, cada vez más parecidas en medios y formatos a las historietas originales, pronto casi podremos hacer nuestra propia superproducción con el ordenador de casa y algunos escenarios diseñados en el programa de dibujo correspondiente. Independientemente de la inteligente producción con los medios digitales, el film es espectacular donde los haya, recreando la épica batalla de la Termópilas donde un ejército de 300 guerreros espartanos pudo frenar a la monstruosa máquina de guerra de Persia dominada por el controvertido rey Xerxes.

La adaptación de las viñetas ha sido casi literal, y realmente hay pocas aportaciones creativas del director en el producto audiovisual, pero se agradece el acertado reparto, a excepción del brasileño Rodrigo Santoro, que da vida a un excesivamente amanerado rey persa. Impresionantes momentos de lucha, sangre por doquier, y trepidantes aventuras que demuestran que lo realmente importante de una película es la inteligencia a la hora de contarla, y no la producción –que cada vez pasa más por los efectos digitales, y menos por los extras y decorados reales-.

La obra de partida del genial Frank Miller supuso en su momento un auténtico revulsivo al universo de las viñetas, al tratar un tema histórico tan importante como la batalla de las termópilas, pero desde una óptica no solo original en su planteamiento -reinventando el término de héroe, más allá de los superpoderes- sino también a nivel visual, con un storytelling impresionante, lleno de claves cinematográficas y detalles que te metían en la historia de lleno -desde el brazo tullido de Hefialtes, a la sensualidad de la reina Gorgo, o el arrojo del rey Leónidas

En la pantalla, el director de la brillante El amanecer de los muertos ha apostado por utilizar todos los elementos clásicos y más vanguardistas para crear un entorno visual alucinante, con decorados virtuales y retoques infográficos que potencian las diferentes personalidades de los actores -desde aumentar digitalmente la talla de Jerjes hasta hacerlo de casi 3 metros hasta marcar aún más los abdominales de todos los espartanos-. El gran problema del film, además de tener un casting de dudoso acierto -Leónidas físicamente es perfecto pero se mueve como un verdadero macarra neoyorquino, por no hablar del rey persa Jerjes, una auténtica Drag Queen- es que pierde el tono en los momentos claves: existen puntos álgidos del guión en los que los espectadores directamente se mueren de risa por la ambiguedad de los diálogos -"no es el látigo lo que temen mis hombres de mi" está plasmado con efectividad en el cómic, llegando a sobrecoger pero tal y como está resuelto en el film, es una auténtica verbena cuando sucede-. No obstante sería injusto reconocer la gran espectacularidad del film, que utiliza la cámara lenta y rápida con gran efectividad, así como la sangre, que está presente a borbotones casi en cada plano del film.


Lo mejor de esta película es que demuestra que en los cómics los héroes no tienen por qué tener superpoderes, y que en determinadas circunstancias, todos podemos hacer gestas tan importantes y altruistas como el mismísimo Batman o Supermán. Recordemos que antes de todos los superpoderes ha existieron Hércules, Aquiles y esos míticos personajes.