O antes era de otra forma, o ahora ha cambiado: siempre hemos visto a Banderas como una persona sencilla, cercana, campechana, agradable, accesible, con un buen rollo impresionante y ahora cuando vemos esta adaptación de la excelente novela de Antonio Soler nos encontramos con un realizador egocéntrico, elitista, pedante ¿pero es Antonio Banderas? Al parecer si, con lo que se nos parte el corazoncito al comprobar que las ilusiones depositadas en el más internacional de los actores españoles de la historia se ha ido al traste como director. Es verdad que la novela de partida es brillante, literariamente fascinante, pero está más basada en la situación (descrita con una genialidad como pocas) pero no en la acción y eso al final ha sido todo un lastre a la hora de llevarla a la gran pantalla. Pero el problema no ha estado en el guión -escrito por el propio Soler- sino en la dirección de Banderas, que se ha empeñado en hacer una virguería en cada plano para ver que él estaba detrás de la cámara y veamos lo guay e inteligente que puede llegar a ser; a la cuarta o quinta floritura, estamos ya hasta las narices de imágenes oníricas, planos detalle, cámaras lentas, grandes angulares y todo tipo de recursos gratuitos que no sirven absolutamente para nada. En su favor hay que decir que el film tiene una excelente banda sonora, que suaviza la pedantería que exhalan cada uno de sus planos. Para colmo de males, el casting ha sido de lo más inapropiado, especialmente en el personaje femenino protagonista que parece sacar unos diez años al protagonista masculino y todos ellos están muy poco controlados en la dirección de actores (con detalles como algunos personajes hablando en malagueño cerradísimo y otros hablando en castellano perfecto!!! ¿por qué, si están en la Málaga de los setenta??).
Comprendo que a la hora de llevar tu propia vida y recuerdos a la pantalla siempre tenga uno la tendencia de caer en la nostalgia pero hay que ser capaz de hacer partícipe al público de esos sentimientos, y lamentablemente Banderas no lo ha conseguido. Eso si, ha logrado que lo tengamos en la cabeza desde el primer fotograma de la película hasta el último y eso es lo peor que puede hacer un director: hacerse notar.