Seguramente, desde que Süskind publicara su novela en 1985, esta ha sido una de las historias más polémicas a la hora de llevarse al cine, sobre todo por la complejidad para retratar el olor en la gran pantalla –Kubrick, que se interesó por el proyecto, llegó a calificarlo de infilmable-. El caso es que el enfant terrible del cine aleman, Tom Tykwer (Corre, Lola, Corre), ha realizado un notable ejercicio de estilo –como ya hizo en otros de sus filmes- a la hora de recrear la vida y obsesiones del singular Jean Baptiste Grenouille, el psicópata más raro desde Norman Bates y Hannibal Lecter: un huérfano que no tenia olor, y que en cambio poseía un olfato tan exquisito que se obsesionó en crear la fragancia más especial del mundo, para lo cual mezclará trece notas diferentes extraídas de víctimas femeninas.
Todos conocemos seguramente la historia de uno de los libros más famosos y traducidos de los últimos tiempos pero cuando nos enfrentamos a la adaptación cinematográfica del mismo, podemos tener la misma suerte de El Nombre de la Rosa. Lógicamente, esta película no es tan redonda como la que dirigiera Annaud, pero no se queda a la zaga: trastocando con inteligencia los tiempos narrativos del libro, el director –que también ha participado del guión- ha articulado un relato ágil, pero sin perder la parsimonia y grandeza del original literario, aunque uno de los puntales del film –además de una excelente realización y concepción visual que recrea el olor de una manera muy inteligente, apoyándose de efectos visuales- son las excelentes interpretaciones de todo el reparto, donde cabe destacar el relativamente desconocido Ben Whishaw, que frente a monstruos de la talla de Dustin Hoffman o Alan Rickman no solo no se arredra, sino que termina por encajar a la perfección.
Ni que decir tiene que es una de las más fastuosas producciones recientes del cine europeo –que aprenda Alatriste, que con solo un millón más de su presupuesto (24 millones de euros) recrea espectacularmente el París del siglo XVIII- y que la espectacularidad está asegurada, así como una vibrante sensualidad, que se transmite con una cálida fotografía y una banda sonora excelente. El producto final seguro que decepciona a algunos fanáticos de la novela, y casi seguro que deslumbra a todos aquellos que no la hayan leído… pero lejos de la controversia, es de justicia reconocer que Tykwer ha extraído la esencia y el aroma original del libro, igual que el protagonista hacía con sus víctimas para conseguir el olor perfecto.