Haciendo un poco de historia de este género gore –más preocupado en impactar por las imágenes truculentas que por un guión inteligente-, parecía que estaba definitivamente agotado con psicópatas guarros, adolescentes gritones y litros que aparecían con gran facilidad en la pantalla. Pero en 2004 y de la mano de un curioso director malayo, James Wan, llegó un inquietante film que tenía una mala leche considerable, y que recogía toda la tradición de leyendas urbanas y sadismos varios, además de tener su punto de casquería: el argumento giraba en torno a un misterioso e inteligente psicópata que en vez de matar o torturar directamente a sus víctimas, las hacía superar una serie de pruebas donde se les daba una mínima posibilidad de supervivencia, a veces para desgracia de otras víctimas. Este giro argumental supuso no solo un notable éxito de público, sino que además inició una rentable saga cinematográfica debido a los maquiavélicos planes a que se sometían los personajes, cada vez más retorcidos: ya no basta con la sangre y la tortura, sino que además ha de ser de la forma más cruel, salvaje y dolorosa. Y todo en pantalla.
El gore, pues, ha vuelto a renacer con gran empuje, conformando una especie de acertijo propuesto para el espectador, que además tiene oportunidad de sublimar sus más oscuras fantasías en brutales imágenes. En esta tercera parte, el famoso asesino de la macabra marioneta, Jigsaw, ha ideado un todavía más cruel jueguecito, en el que una doctora deberá mantenerle con vida –recordemos que en la anterior versión se explicaba su cáncer cerebral-, mientras que otra víctima tiene que contemplar las evoluciones y el psicópata además ha elegido a Amanda, una sucesora para enseñarla en sus infames lides.
Si nos atenemos a las reglas clásicas, la película es un recital de mal gusto, con imágenes de lo más desagradables. Pero si conseguimos abstraernos de nuestra propia repulsa en algunas secuencias, hay que elogiar el trabajo del film, que podría suponer dentro del género un hito al mezclar un argumento elaborado a nivel de guión con imágenes cruentas que llegan en muchos casos hasta el paroxismo –solo hay que fijarse en el cartel para hacerse una idea de lo que se va a ver-. Si tenemos el baremo de efectividad en conseguir las emociones planteadas por el director –y los guionistas- de la película, entonces Saw 3 es un excelente cinta porque no aburre en ningún momento y hace que viajemos a un entorno realmente aberrante, como una terrible pesadilla en la el realizador nos hace lleva a observar a los torturados protagonistas igual que los ve el psicópata: como animales de laboratorio que luchan por sobrevivir.