Ficha película

Título:
Crank, veneno en la sangre
Director:
Mark Neveldine y Brian Taylor
Intérpretes:
Jason Statham, Amy Smart, Efrén Ramírez, José Cantillo, Carlos Sanz, Keone Young
Calificación:
Crítica

Esto ya es para volverse locos. En el mestizaje audiovisual producido por los videojuegos, la publicidad estilosa, los videoclips de moda y el cine, se han producido interesantes propuestas, pero sin duda esta es la más caótica, la más salvaje, y por supuesto, la peor resuelta. Llegados del mundo de la publicidad –donde la condensación argumental en pocos segundos es el arma que todos los creativos utilizan para triunfar- los dos coguionistas y codirectores han intentado realizar –en sus propias palabras- un videojuego, pero con personas reales. Lamentablemente, un videojuego no tiene por qué tener la enjundia dramática de una película –como ya hemos visto en recientes adaptaciones fílmicas de megabytes como Silent Hill- y a esta cinta le sucede exactamente lo mismo: si simplificamos de la ecuación los movimientos de cámara, los encuadres bonitos, y el montaje a ritmo de parada cardiaca, nos queda realmente poco: un asesino a sueldo, tras cometer un acto de debilidad, es condenado a muerte mediante un virus que actuará en su corazón si éste deja de latir a una velocidad alta, con lo que debe de mantener alta la adrenalina para sobrevivir. Si hace poco Tony Scott nos intentó marear con Domino, ríanse porque ahora es para abrocharse un cinturón…de seguridad.
Corre, Lola, Corre, o A la hora señalada, fueron propuestas cinematográficas similares, aunque mucho mejor resueltas, mejor contadas y con muchísimos más resortes dramáticos que este experimento visual que parece consistir únicamente en mostrar cómo se puede conseguir un mayor subidón de adrenalina con las actividades más salvajes. Pensado como un vehículo de lucimiento para el actor independiente británico Jason Statham –fetiche del actual marido de Madonna Guy Ritchie, y en la actualidad nuevo y rentable action hero con filmes como Transporter- que ya ha encajado a la perfección en la estructura comercial de Hollywood, la cinta es un batiburrillo espasmódico de imágenes, montadas de una manera muy moderna y guay, para dejarnos pegados al asiento durante toda la proyección. Lo que muchos directores –en especial los neófitos que llegan de la publicidad, como el dúo que ha perpetrado este film- no parecen comprender, que lo que interesa no son las secuencias de acción, ni los efectos especiales, sino las historias que se cuentan y por qué pasan esos movimientos delante de la cámara. Eso sí, prepárense a recibir la banda sonora, el videojuego para todas las consolas y todo tipo de merchandising –cosa por otro lado comprensible por el perfil de los directores-. Pero al final, la técnica es fácil de aprender, pero para sobrevivir como director, hay que ofrecer algo más que imágenes de subidón.


Federico Casado Reina



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