Lo que sucede con esta película es justo lo contrario que ha pasado con Alatriste: mientras qeu en la adaptación de Pérez Reverte se nos prometen aventuras, acción y superproducción para luego dejarnos con un palmo de narices, aqui se nos prometen intrigas palaciegas, misterio, acción y aventuras y se nos da de sobra en generosas raciones. Si bien es verdad que el guión de Piero Bodrato sobre la dinastía de los Borgia en su ascensión al trono papal de la Europa renacentista podría haber sido mucho más ágil y no haber perdido ritmo en algunas partes de la historia -especialmente el segundo acto-, no es menos cierto que la película interesa en todo momento a raíz de tener unos personajes muy bien dibujados, con el suficiente carisma y que cumplen todas las expectativas que tienen que ver con sus leyendas populares (desde el déspota César Borgia a la maquiavélica Lucrecia Borgia, tomada aqui como un simple títere de su padre, el papa Alejandro VI).
La historia viaja hasta la italia del siglo XVI, en la que Rodrigo Borgia consigue hacerse con el puesto de Papa y sitúa a todos sus hijos al frente de una ambiciosa empresa: hacerse con todo el poder en la vieja Europa a cualquier precio, ya sea por las buenas -con bodas estratégicamente planeadas- o por las malas -con los ejércitos del vaticano conquistando las tierras de los nobles y asesinando sin piedad a todos aquellos insurrecctos que no se doblegaban a las intenciones de los Borgia-.
La espectacular producción y el diseño artístico es uno de los elementos mejor tratados en el film, que tiene de vez en cuando algún atisbo de culebrón, a base de utilizar algunos recursos narrativos más propios de las grandes sagas televisivas que de una película de estreno cinematográfico. Merece la pena elogiar el brillante nivel de todo el cuadro actoral -que habla como debe de hablar, a diferencia de un reciclado Vigo Mortenssen, que masculla incomprensiblemente con acento guiri mientras que los otros personajes de Alatrista hablan en castellano perfecto-, donde destacan Sergio Peris-Mencheta -siempre lastrado por su físico de boxeador- y la preciosa María Valverde, cada vez más madura en su registro actoral y que eclipsa a todos cuando sale en pantalla.
Un film honesto, interesante, al que se le perdonan todos sus defectos por su desarmante falta de pretensiones (no en su producción, pero si en su concepción y en su resolución, donde no se nos intenta vender nada, sino simplemente se nos muestra una película): solo con un poquito más de marketing -un cartel mejor, por ejemplo- seguro que se habría convertido en uno de los títulos claves del cine español y de una forma mucho más justificada y menos triunfalista que Alatriste.