Siempre se han buscado los grandes temas de la vida, la muerte, el amor y el sexo en todas las manifestaciones artísticas, y desde el nihilismo hasta la ironía dieciochesca o la sátira, muchos han sido los tonos para hablar de estos grandes pilares de la humanidad. Tratándose del polémico escritor Houellebecq, que ha levantado tantas fobias como filias en su deslumbrante reciente trayectoria –desde Seguir a La búsqueda de la felicidad, y como no su más famosa novela en la que se basa el film que nos ocupa, Las partículas elementales- resulta interesante el tamiz que aplica este autor a todas esas grandes cuestiones y que siguen preocupando al ser humano desde tiempos inmemoriales. Roehler, brillante realizador alemán hasta ahora inédito en nuestro país, se ha atrevido a llevar este grandioso y filosófico libro a la gran pantalla, simplificando notablemente su mensaje paramédico-filosófico-científico-existencialista y centrándose en las obsesiones sexuales de dos hermanastros cuyas radicalmente diferentes vidas les harán comprender el universo desde puntos de vista radicalmente opuestos: mientras que uno de ellos estudia las partículas básicas elementales de manera científica y su carácter tímido y pusilánime le impide comenzar una relación con un amor de juventud, el otro vive atormentado mientras escribe y enseña en un instituto, luchando contra sus propios obsesivos recuerdos maternales e intentando alcanzar la felicidad como puede.
Si hay algo que puede achacarse a esta excelente película es un sentido demasiado profundo y algo grandilocuente de sus personajes, que desgranan secuencia a secuencia todas las inclemencias del sentido de la vida, evolucionando a base de dramáticas experiencias. El trabajo de dirección de actores es realmente excelente, en el que destaca Moritz Bleibtreu, que tras su espectacular interpretación El experimento de Oliver Hirschbiegel (2001), ha logrado situarse como uno de los actores alemanes de mayor calidad y relevancia artística en todo el panorama del cine europeo. Quizás una mayor agilidad en el montaje y un empleo más convencional de la banda sonora habría añadido algo más de ritmo a la historia, que en algunos momentos llega a estirar demasiado algunos momentos de gran emoción, pero que terminan diluyéndose. No obstante, estamos ante un gran film, lleno de sensibilidad y ternura, y al que únicamente le falta un pequeño toque de frivolidad para convertirse en uno de los títulos claves de la cinematografía alemana del nuevo siglo XXI, actualizando las tendencias cinematográficas del país germano en un film que bucea en el sentido último de la vida a través de la sensualidad.