En el año 94 un prometedor cineasta dejó boquiabiertos a todos los espectadores con Clerks, una irreverente e incisiva visión a la sociedad que adoptaba una sardónica posición a través de los dos desastres humanos mayores del planeta que tenían una singular tienda donde se vendía de todo, en un barrio de New Jersey: Dante y Randal. Pero como todo cambia, doce años más tarde las cosas ya no son iguales, sino que son…peores. Para empezar, director, actores y personajes ya no son adolescentes, sino que muy a su pesar, son adultos. Pueden seguir siendo todo lo frikis que quieran, intentar trabajar lo menos posible y sobrevivir sin dar palo al agua, pero ya no son niños, y tienen que adaptarse a los nuevos tiempos.
Con esta postura arranca el film que sigue teniendo la chispa y el toque de las primeras películas de Smith –como Mallrats- pero esa postura adolescente ahora ya parece algo trasnochada, no tanto por su adaptación al mundo globalizado –hay constantes guiños al neoliberalismo radical y a cómo el director lo digiere, situando a sus protagonistas como dependientes de un restaurante de comida rápida- sino porque a veces escuchar a treintañeros hablar como veinteañeros, es algo chocante. Eso sí, todas las claves del cineasta están presentes una por una –desde su fijación a los cómics a su dificultad para entender al sexo femenino, o ese toque entrañable y grunge de casi todos sus personajes-, con lo que el seguidor de este indefinible cineasta se verá ampliamente recompensado con la continuación de esta saga –aunque la única saga posible, como se dice en este guión, es la de Star Wars, en un memorable diálogo en que también se cita a Meter Jackson y a El Señor de los Anillos-.
Smith, además de interpretar al ya famoso Silent Bob, ha escrito un guión ágil e inteligente, dirigiéndolo con gran habilidad y manejando bien las emociones, aunque lo mejor es haber contado con su reparto habitual al que ha sumado a la guapísima y magnífica actriz Rosario Dawson –tal es su exuberancia que es muy difícil captar su auténtico nivel como intérprete-, sin olvidar los habituales cameos de amiguetes como Ben Affleck. Siendo honestos, se esperaba un poco más de este film, pero no obstante, su visionado es bastante agradable y divertido, contemplándose con gran complicidad en la mayoría de las secuencias, que reviven la parábola de los perdedores que se regodean en su mediocridad y, no obstante, son felices con la misma en una sociedad que les vende la estética del triunfo y el dólar, pero donde a lo mejor el verdadero medio para ser feliz son los sentimientos y los auténticos amigos que nunca fallarán, pase lo que pase.