A mi me encanta cuando un director nos hace entrar en su particular universo. Shyamalan lo ha logrado, al igual que algunos contados directores en la historia del cine: su pasión por los cómics, su preocupación por la muerte, por los extraterrestres, por las normas sociales... todo ello ha sido puesto en muchas o todas sus películas, pero de ahí a hacer un film con personalísimos cuentos para niños... va un abismo. A ver si nos entendemos: Shyamalan tiene la incuestionable habilidad -como genial realizador que es- de meternos en una historia contada a base de imágenes fascinantes pero ¿son suficientes las imágenes? Decididamente no, porque tras comenzar a enterarnos de qué va la historia, todo resulta ridículo, literalmente increíble, sacándote de la historia: el vigilante de un bloque de apartamentos descubre a una misteriosa ninfa marina en la piscina del edificio -¡toma ya!- y va a intentar ayudarla a que vuelta a su mundo llevada por un águila gigante -tela marinera- y salvándola de un monstruo que la acecha y que ¡¡¡está hecho del césped que cubre la urbanización!!!
Vamos, es para tomárselo a cachondeo, y ni por la excelente banda sonora, las geniales interpretaciones de todo el plantel -espectacular Giamatti-, ni siquiera por la narración te hace entrar en una historia que, en palabras del propio director: \