Lo que ves, es lo que hay. Si bien es cierto que no se puede tachar a esta franquicia comercial de Disney como engañosa, una cosa es ofrecer espectáculo y otra muy distinto supeditar todo a dicho espectáculo: la arbitrariedad de un guión donde todo vale, unos personajes caricaturescos y todos los tópicos del género de aventuras y piratas al servicio de unos efectos especiales -eso si- realmente IMPRESIONANTES. Seguramente, de los mejores que jamás hayamos visto en la historia del cine -incluyendo a uno de los piratas más malvados de la historia, David Jones, el cabezapulpo, que deja a John Silver el Largo a la altura de la madre Teresa de Calcuta-.
La historia nuevamente vuelve a unir a la bella Elizabeth, al apuesto Will Turner y al majareta de Jack Sparrow en otra aventura sobrecogedora, en la que tienen que enfrentarse a una maldición eterna, navegar a los límites del mundo y enfrentarse con un siniestro barco fantasma, además de con el gobierno británico.
Un tour de force hecho a la medida de las atracciones de los parques temáticos Disney, que aprovecharán este fabuloso anuncio de hora y media de duración para publicitarse en todo el mundo. Lo demás poco importa, porque está reducido al más infantil de los niveles. Lo que en la primera parte era permisible e incluso tolerable -incluidos los manierismos de Johnny Depp, que ahora se pasa tres pueblos amplificando las muecas del pirata más bizarro de la historia del cine-, ahora ya es un desmadre absoluto, que uno tiene que tragarse si quiere medianamente entrar en la aventura del film, que haberla, hayla y al mogollón.
La pena es que con solo un poquito más de rigor podría haber sido un título importante, pero todo se ha visto reducido a la mínima expresión, como un capítulo más de una franquicia bien estudiada para dar más y más dinero sin importar absolutamente nada. Se les ve demasiado el plumero a Disney con este filón, que intentarán explotar hasta que se agote -o se jubilen los protagonistas-.