La política de muchas distribuidoras a la hora de hacernos llegar los supuestos “éxitos” allende los mares tiene mucho más que ver con fechas de estreno y recaudaciones que con la calidad del producto a vender. De todas las formas, cuando una película tarda demasiado en estrenarse en nuestro país –como en el caso que nos ocupa- suelen pasar dos cosas: A) la película no tiene una demasiado clara rentabilidad en la taquilla para la distribuidora, o bien B) la calidad del film es tan dudosa que no saben cómo encajarla dentro de una cartelera donde los grandes éxitos comerciales copan a los espectadores.
Todo esto no quiere decir que muchas distribuidoras se arriesguen con películas a priori “no rentables” y que luego con el paso del tiempo, se conviertan en mucho más amortizables que cualquier superproducción made in Hollywood. De esta forma podemos discernir mucho mejor la apuesta de Joel Schumacher, un director eminentemente comercial que tras realizar “Batman & Robin” y “Asesinato en 8 mm.” Escribió y dirigió esta elegía contra la intolerancia con mejores intenciones que resultados: un vigilante de seguridad, antaño policía condecorado y soldado de valor inigualable, termina viviendo en un tugurio de mala muerte, renegando siempre con su vecino, una Drag-Queen que compone, diseña trajes y canta con todas sus “amigas” a las horas más intempestivas. Cuando un día nuestro “héroe” sufre una apoplejía cuando quiere tomar cartas en un tiroteo, el homosexual terminará dándole clases de canto para así recuperar buena parte de su movilidad y su anterior existencia, ahora mermada.
La propuesta es tan atractiva como arriesgada: dos auténticos monstruos de la interpretación –DeNiro y Hoffman- enfrentados dentro del marco de la llamada “doble moral” norteamericana. El gran problema que ha tenido este experimentado –pero decididamente trasnochado- director es el partido y la visceralidad tomada en el proyecto: ha llevado tan al extremo a los personajes que los ha convertido sencillamente en caricaturas grotescas de lo que en realidad podrían ser: un prisma lleno de aristas y matices que filtren la realidad por cada una de sus caras.
Si a todo ello sumamos que el ritmo de la cinta es tan pausado que llega a convertirse en lento y pesado, podremos entender sin ningún género de dudas la tardanza en el estreno de este film, cuyo título primer título en castellano fue “La tentación vive arriba” y cuyo segundo título hace referencia a la mítica frase del final de “Con faldas y a lo loco”, una comparación que no viene a cuento con esta película que, aunque contiene una cierta ironía, precisamente no se toma a broma la situación de las “Drag-Queen” en Nueva York.