Cuando uno ve estas cosas, se echa las manos a la cabeza, sintiendo una profunda desesperanza: ¿es que los nuevos realizadores españoles creen que pueden revitalizar unas fórmulas que ya se han demostrado absolutamente agotadas dentro de la producción del cine de Hollywood más comercial? Y lo peor, es que en una pose de incomprensible soberbia pretenden rehacer lo que ya no tiene remedio, repitiendo los tópicos más manidos sobre los géneros que necesitan urgentemente de una inyección de imaginación para no desaparecer. No hay duda que la diversificación en los géneros cinematográficos es uno de los caminos para que el público mire hacia producción alternativa de Hollywood, pero desde luego de esta forma y estos modos, no. Este intento además, persigue un público que presuntamente quiere descubrir la clásica película sementera de terror-gore donde un grupo de adolescentes son asediados por un psicópata –como en Viernes 13, La noche de Halloween, y un sinfín de películas más…- y van cayendo uno por uno. ¿Lo nuevo? Bueno podríamos decir que lo único nuevo es que la cinta se ha rodado en Cataluña, y que alguno de los actores tienen un descontextualizado acento catalán.
Cuando Julio Fernández y Filmax decidieron apostar por el género fantástico y de terror con la iniciativa Fantastic Factory, resultó una gran esperanza para todos los que somos aficionados al género, ya que además varios de los directores de culto del mismo –desde Stuart Gordon a Brian Yuzna- se embarcaban en el proyecto, y empezaron a darse nombres patrios como los de Jaume Balagueró que con películas como Los sin nombre empezaron a arrojar un saldo positivo no solo para la producción española, sino para las arcas y comercialidad de la misma. La pena es que esta iniciativa ha ido paulatinamente pervirtiéndose tanto desde su propio origen, apostando más por la truculencia y los guiones facilones y obvios, como de los imitadores de la misma, como el caso que nos ocupa, y que sencillamente han intentado acaparar un público a base de copiar una fórmula caduca. Pero lo peor es que, si hubieran satirizado a la misma, quizás habrían tenido algo más de imaginación –y de éxito- pero ¿intentar pretender que en el 2006 nos tomemos en serio una película con psicópata que se dedica a cazar a unos cuantos adolescentes díscolos que pretenden divertirse amoralmente en un fin de semana ubicado en una lejana casa de vacaciones, listos para tomar el sol, bañarse y abandonarse a las pasiones? Hombre, eso es mucho pedir, y si ya no nos lo creíamos cuando venía de Estados Unidos –que son los que inventaron este tipo de películas-, poniéndole el acento catalán, muchísimo menos.