Ficha película

Título:
Silent Hill
Director:
Christophe Gans
Intérpretes:
Radha Mitchell, Sean Bean, Laurie Holden, Deborah Kara Unger, Kim Coates, Tanya Allen, Alice Krige
Calificación:
Crítica

Cuando los autores y guionistas ya tienen el brote de la imaginación pocho y seco, echan mano de los cómics. Y cuando éstos no son suficientes, de los videojuegos. Al final, todo queda en un batiburrillo multimediático para que el público pueda consumir el producto en papel, consola, pantalla de cine, o incluso pantalla del ordenador. Hemos asistido pesarosos a adaptaciones al cine realmente penosas –desde Alone in the Dark hasta Resident Evil, por no mencionar Alien versus predator- y ahora teníamos unas más que fundadas expectativas en que un realizador tan visual y original como el francés Christophe Gans –El pacto de los lobos, Crying freeman- diera alas a uno de los mayores superventas en la historia de los videojuegos, Silent Hill –que ya tiene cuatro partes…- pero el tiro, aunque interesante, ha sido errado, porque si bien en el suspense o en el thriller hay que dejarlo todo explicado para no decepcionar al público, en el caso del terror cuanto más se explique, peor: es precisamente aquello que no tiene explicación, que no vemos y que no alcanzamos a comprender lo que nos aterroriza de verdad, y ese ha sido el gran error de Gans. Ni la fastuosa coproducción organizada por el productor habitual de Gans, Samuel Hadida, ha conseguido articular convenientemente una historia que tenía todos los ingredientes para afianzar la trayectoria de este realizador en el género, uniendo lo mejor de la tradición oriental y la europea.
Una madre ve como su hija adoptiva tiene pesadillas en sus fases de sonambulismo, hablando de un pueblo extraño llamado Silent Hill, y decide llevarla allí, pero al llegar sufren un accidente en su coche, y al despertar, la mujer comprueba que su hija ha desaparecido…e irá a buscarla al solitario pueblo. Impresionante arranque para una película de terror ¿no? Bueno, pues a partir de ahí Gans y su guionista, el prestigioso Roger Avary intentan explicar todos y cada uno de los encuentros terroríficos que tiene la protagonista, así como la génesis del problema del pueblo, y por ende, de la niña. Ahí es donde la película empieza a dejar de funcionar y lo peor, de dar miedo: ni los sobresaltos, ni la música atronadora o lo explícitamente sangriento consigue dar miedo por sí solo. Es el espectador, que va uniendo piezas en su cabeza, el que se aterroriza, cuando una de las piezas no termina de encajar. En eso consiste el miedo cinematográfico, y lamentablemente, en esta película entre sectas fanáticas, demonios descontrolados, y niñas que parecen sacadas de las peores producciones recientes de terror oriental, se pierde el norte de lo que quiere contar, que al final no es otra cosa que la lucha de una madre por encontrar y salvar a su hija de un ambiente hostil y diabólico, capaz de corromper su inocencia, y, como se dice en la película, demostrar que una madre es un Dios para una hija -dicho así, textualmente en la película-. Si en el juego funcionaba esa explicación, en el cine, no funciona igual la cosa.


Federico Casado Reina



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