Tanto la aseveración promulgada por el conductista radical B. F. Skinner de que “el arte no es más que una nueva combinación de los elementos que ya existen”, como la afirmación de que el mestizaje y la fusión son los factores desencadenantes de una mayor expresión creativa son completamente ciertas, o al menos, así las vivo yo, y los ejemplos están más que patentes: B.B. King y Raimundo Amador, Andy Warhol y así un largo etcétera.
Como todas las expresiones artísticas, el cine también tiene sus corrientes creativas, que van desde el expresionismo alemán al neorrealismo italiano o las cintas que denuncian buena parte de la realidad social británica. Por eso, cuando las grandes multinacionales norteamericanas nos intentan vender una película como la que nos ocupa, casi nos entra la risa floja... ¿a qué viene mezclar a Eric Clapton y a Freddie Mercury con el medioevo? O mucho me equivoco, o esto, más que para encontrar una pauta narrativa nueva, obedece a una bien pensada maniobra comercial para que los adolescentes norteamericanos “descubran” –que lo tenían mucho más fácil si hubieran ido al videoclub de su barrio y hubieran alquilado “Ivanhoe”, sin ir más lejos- una nueva forma de aventuras, donde los protagonistas no lleven vaqueros Levi’s, ni walkman, ni oigan a Sheryl Crow en el descapotable. Argumentalmente, la película tiene todas las claves propias del llamado “sueño americano”: un chaval del vulgo ser hará pasar por un noble caballero para conquistar el corazón de una bella damisela y demostrar que la cuna no es el principal factor del triunfo, sino que lo importante es el tesón y la lucha personal.
La vocación de la película es claramente comercial, y eso la honra. Lo que me parece a todas luces inconcebible, es utilizar los ejes definitorios e históricos del siglo XX para mostrar el siglo XII. Todos estamos de acuerdo que las historias de princesas, caballeros andantes y torneos son muy románticas y sobrecogedoras, y todos disfrutamos de Eric –mano lenta- Clapton y del malogrado cantante del grupo “Queen”, Freddie Mercury... pero ¿cómo se pueden encajar estos dos factores? Sencillo: para hacer un video clip. Los productores se han empeñado en realizar un video clip, que les suene musicalmente a los adolescentes de todo el mundo –que curiosamente, creen que son iguales que los norteamericanos...- y que ofrezca algo original. El resultado es como si hubiéramos intentado comer unos langostinos con Chocolate a la taza.... claro que siempre puede salir alguien que diga aquello de “pues a mi me gusta”.