Asistir a un estreno de Pixar es todo un espectáculo, independientemente de los resultados de la película: la compañía de animación digital nos ha hecho volar con la imaginación a Océanos de personajes en Buscando a Nemo, al mundo de los insectos en Bichos, al de los juguetes en Toy Story e incluso al de los superhéroes en Los Increíbles. Ahora ha llegado el más difícil todavía, metiéndonos en la mejor tradición de los automóviles, con personajes de cuatro ruedas, cromados, formas aerodinámicas, neumáticos de marca y rutas que recorrer. Claro que cada uno de ellos tiene su propia personalidad, desde el desconfiado sheriff de la localidad, hasta el alocado y joven protagonista, un vacilón que no se ha parado a pasear, y que va a todos los sitios como si tuviera que apagar un fuego –hasta que conoce a un porsche de lo más femenino, y que tiene incluso un tatuaje en el maletero-.
Es cierto que los chistes podrían haber sido algo más imaginativos, pero el despliegue técnico es tal, que los momentos flojos del guión se compensan con una espectacularidad y una perfección técnica francamente apabullante que te deja literalmente pegado al asiento. En cuanto a los personajes, se ha realizado un notable trabajo a la hora de conseguir las miradas, gestos y los movimientos, encajados en las diferentes formas de cada uno de ellos. Es todo un homenaje a los amantes de los coches, ya que el padre del director fue durante muchos años vendedor de Chevrolets, y eso le hizo a Lasseter destapar una pasión que ahora ha volcado en esta película en la que los pequeños disfrutarán, pero sobre todo los más grandes, que conocen tradiciones como las de la Ruta 66 y los campeonatos de Fórmula Uno.