Ya sabíamos que el cine nacional tenía un niño prodigio, que había logrado cautivar las escépticas audiencias españolas con sus dos primeras –y únicas- películas. También sabíamos que aunque era particularmente brillante como director, a nivel de guión todavía le quedaba bastante por pulir. Pero lo que no sabíamos es que la madurez ya le ha llegado a este chaval –porque es lo que es, un chaval- con menos de treinta años. Una madurez que le ha convertido de un plumazo en uno de los autores más importantes de este país, y uno de los más reconocidos a nivel mundial.
“Los Otros”, además de una soberbia película de las de pasar miedo y susto –pero miedo, de verdad y sustos de los de infarto de miocardio- es un ejercicio cinematográfico de deleite y homenaje a todo un género. Cualquier profano que disfrute del cine sin paliativos lo hará en este film prácticamente redondo, y cualquier cinéfilo aún lo hará más al notar todos los guiños, homenajes y traslaciones de los clásicos del celuloide a una película hecha a día de hoy y que es capaz de aunar las más vanguardistas tecnologías con el auténtico decálogo cinematográfico a la hora de definir un género como el suspense y el terror: Stanley Kubrick o Alfred Hitchcock darían su más rotunda matrícula de honor “cum laude” a éste su mejor aprendiz –y ya, maestro- del cine actual.
Porque lo que ha realizado este director es sencillamente, saltar al vacío, arriesgándose al máximo y sin red: únicamente el soberbio guión, unas interpretaciones dignas de los más excelsos galardones –aunque en Venecia le hayan negado inexplicablemente el pan y la sal- y una factura de las que hacen época –nunca mejor dicho- para articular la asfixiante historia de una madre, que vive junto a sus peculiares hijos en una casa aislada, donde espera a su marido regresar de la Segunda Guerra Mundial y donde acaba de recibir a sus nuevos sirvientes, que habrán de aprender las chocantes reglas de su bien controlado universo, donde no se pueden abrir las cortinas y donde una puerta ha de ser cerrada antes de abrir la siguiente... Amenábar ha conseguido sintetizar el verdadero miedo en la imaginación del espectador, mostrando justo lo que ha de verse y dejando a la imaginación –el peor de los demonios- actuar por cuenta ajena.
El dominio y la seguridad que transmite la cinta no sólo se pone de manifiesto en la realización y el guión, sino que además Amenábar se permite el lujo de componer una efectiva –aunque fría, todo hay que decirlo- banda sonora y una prodigiosa dirección de actores que sabe sacar partido de lo mejor de ese auténtico monstruo de mujer que se llama Nicole Kidman y cuya gélida y acerada mirada permanecerá en la memoria de todos los espectadores que asistan a la proyección. Pese al divorcio de Cruise y la protagonista, pese a las malsanas envidias de muchos –que rápidamente, le quitaron mérito a este éxito simpar en la historia del cine español- y pese a quien le pese, Amenábar se ha ganado todo el beneplácito con esta cinta que ha demostrado con creces su sapiencia y su completo dominio del medio cinematográfico.