Pocas veces hemos visto un primer largometraje tan denso, tan complejo, y lo que es mejor, tan bien resuelto, siendo además dentro de un género tan trillado como el drama social; este tipo de películas que tanto campan últimamente dentro del cine español -y que ya empiezan a cansar, recordemos a Preston Sturges en Los viajes de Sullivan, donde decía aquello que la gente viene al cine a sonreír y soñar, no a ver lo que le pasa en la calle...-.
Siendo una película de clara vocación reivindicativa, y lo que es mejor, directamente solidaria e incluso profética con muchos jóvenes, logra enternecer por el tono de verdad y coherencia que tiene cada una de las palabras que dicen los personajes, todos ellos ejemplarmente ubicados dentro de una trama realmente turbadora: un adolescente, hijo del portero de una casa, ve cómo sus deseos de convertirse en un próspero economista cuando a su padre le da un infarto cerebral, y tiene que hacerse cargo de la porteria. Paralelamente, su hermano, que está en la cárcel, conoce a otra reclusa en un taller de teatro y ella decide elegirle como padre para su futuro hijo...
Un argumento tan complejo se permite revisar con enorme soltura todas las teclas del escalafón social, trazando una nostálgica aunque algo triste mirada al determinismo impuesto por unas condiciones económicas o una clase social. Uno de los grandes aciertos del film es Qim Gutíérrez, un verdadero hallazgo que es capaz de eclipsar al resto del reparto, llegando únicamente a hacerle sombra Antonio de la Torre, cuyo papel del hermano sinvergüenza del protagonista enternece por sus pocas, aunque sinceras luces.
El film tiene ritmo, y evoluciona magníficamente hacia un desenlace tan esperanzador como realista, paradójicamente, y la fotografía merece una especial mención, que sin llegar a ser tan cotidiana como para ser vulgar, tiene un punto de normalidad que ya se echa en falta en las películas de principantes, más pendientes en impresionar que en utilizar recursos cinematográficos que encajen en la historia que quieren contar. El único punto negativo que le veo a esta excelente película es la banda sonora, que intenta rememorar toques de la estética neorrealista italiana (sobre todo Marco Ferreri) pero que no encaja en esta película ni con cola -buen trabajo de Pascal Gaigne, pero no para este film-.