El más internacional de los directores españoles de todos los tiempos ha logrado superar el bache producido por su anterior película La Mala Educación volviendo a sus orígenes en una comedia delirante que incluye elementos de su particular universo, en el que están los ambientes rurales y urbanos de barrio, así como lo sobrenatural, las relaciones maternas y la búsqueda de la felicidad: Raimunda sobrevive como puede en un barrio de la periferia, viendo a su marido parado y ella matándose a trabajar durante todo el día. Cuando visita con su hermana el pueblo donde está enterrada su madre, ambas empiezan a sentir la presencia del más allá, como si alguien no hubiera terminado de morir y tuviera que volver para acabar algo que no pudo terminar en vida. Aunque es un film mucho más basado en el guión que en la realización –quizás haya supuesto un paso atrás al estilismo y diseño de producción de Hable con ella en la que Almodóvar daba una auténtica lección de dirección cinematográfica-, resulta muy divertida y conecta rápidamente con el espectador desde la primera secuencia. Esplendorosas todas las actrices, dirigidas con mimo y pasión, destacando por supuesto una Penélope Cruz que ha realizado la que sin duda será la mejor interpretación de toda su carrera artística. Esta cinta ha supuesto un reencuentro del director con sus actrices habituales –Carmen Maura, Chus Lampreave, la propia Penélope Cruz- el género que le hizo famoso –la comedia social con toques de surrealismo y un sentido del humor muy negro- y una forma de entender el cine con cierto punto de realismo mágico. Una notable vuelta de los orígenes de Almodóvar, destilando y condensando lo mejor de su cine en una pequeña gran película que de rondón, homenajea a clásicos de la historia del séptimo arte como Arsénico sin compasión.