Lúcido e interesante en su obra, James Mangold ahora se ha atrevido con un género -el del biopic- bastante arriesgado; generalmente, este tipo de películas suele ser bastante aburrida, llegando ser auténticos tostones salvo algunas excepciones como Amadeus o recientemente la biografia de otro músico norteamericano, Ray Charles. En el caso de Johnny Cash, el personaje tuvo una vida tan rica y apasionante que daría no solo para hacer una película, sino una saga. Fue quizás el primer rebelde del Rock and Roll y con menos de treinta años tuvo las suficientes experiencias como para escribir y narrar las excelencias y miserias de la vida; bebedor, drogadicto, pendenciero y detenido por la policía, Cash se fue convirtiendo en todo un icono para los fuera de la ley.
A pesar de toda su chulería, Mangold retrata a Cash como un artista incomprendido, e incluso acomplejado por una historia familiar atormentada y una fijación con su mejor amiga, que terminaría aceptando su propuesta de matrimonio -por cierto, en el momento más álgido del film-. El director, que ha realizado apreciables trabajos en Identidad y en Copland, ahora logra una narración fluida y que oscila entre el drama y la gloria de las estrellas de rock, luchando por ser aceptados por todos -empezando por su propia familia-. Incuestionablemente, dos de los mayores atractivos de la cinta son las excelentes interpretaciones de Phoenix, pleno en su madurez interpretativa, y Whiterspoon, que sorprende después de haberla visto en productos tan poco apreciables como la saga de Una rubia muy legal. Emotiva, poderosamente turbadora y siempre sorprendente, es otro biopic que puede añadirse a todas aquellas biografías musicales que no aburren y que muestran la cara más humana de las grandes estrellas.