Ficha película

Título:
Siete Virgenes
Director:
Alberto Rodríguez
Intérpretes:
Juan José Ballesta, Jesús Carroza, Vicente Romero, Alba Rodríguez, Julián Villagrán, Manolo Solo, An
Calificación:
Crítica

El drama social se ha convertido ya en uno de los máximos pilares de la cinematografía andaluza, cuando no de la española; lo mismo que Ken Loach y los naturalistas británicos pueden hacer en Inglaterra, lo han realizado con mayor acierto cineastas como Fernando León en Barrio o Benito Zambrano en Solas, uniendo la narrativa puramente cinematográfica con la realidad más cruda de la sociedad actual. El lirismo que muchas veces emana de estas duras reflexiones trufa incuestionablemente el último trabajo del talentoso Alberto Rodríguez, que ahora se ha centrado en el tránsito de la adolescencia a una prematura madurez obligada por parte de su protagonista, un chico de barrio que sale del correccional durante 48 horas para asistir a la boda de su hermano y que vivirá de manera condensada toda la presunta libertad que ansiaba vivir en su cautiverio. El director sevillano, ha superado con creces su primer film, El Traje, mostrando ahora todo su talento en la dramaturgia con un excelente guión escrito con Rafael Cobos López, y en la dirección de actores.
Además de unas brillantísimas interpretaciones de Juan José Ballesta –que ha conseguido el premio a la mejor interpretación en la pasada edición del Festival de San Sebastián- y Jesús Carroza, un verdadero hallazgo por su capacidad para conmover en un registro duro pero incuestionablemente cercano para el espectador y, por supuesto, reconocible en cada esquina de las ciudades, Rodríguez tiene la habilidad de no hacer trampas; frente a lo que hubiera sido la fácil tendencia de empatizar con sus protagonistas, utiliza una técnica prácticamente documental, exponiendo los hechos sin pasión, pero con toda la dosis de realismo que podría tener un documental, hecho este que resulta novedoso: todo el lirismo y la poesía, así como la tremenda capacidad emotiva surge de las situaciones de manera natural, sin forzar en absoluto ninguna secuencia, carente de parafernalia alguna y fluyendo de cada mirada. Merece la pena destacar la excelente factura del film, con una fotografía de Alex Catalán fascinante, así como una excelente banda sonora con tendencias de hip hop y bakalao, entre otras cosas, que ayudan a perfilar la atmósfera de barrio en que se mueve este antihéroe en su búsqueda por su propia identidad y felicidad, empresa esta que irá creciendo progresivamente en dificultad hasta convertirse en una utopía, comprobando que ese paraíso de la libertad con el que soñaba en el reformatorio, es en realidad un infierno en el que la supervivencia pasa por caminos que inexorablemente, le llevarán a lo más bajo de la sociedad. Con las dosis justas de sordidez, añadiendo elementos de ensoñación y fabulación, propias de la adolescencia, la película es una de las más lúcidas reflexiones sobre el orden social que hayamos visto nunca. Y lo mejor es que lo ha hecho sin hacer trampas, sin manipular al espectador. Todo un logro.


Federico Casado Reina



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