Si alguna vez alguien dijo aquello de tenemos los políticos que nos merecemos, algo así podría aplicarse al cine español: cuando las comedias elegantes y bien escritas no llegan ni cubrir gastos con la taquilla, el humor más burdo, zafio, escatológico y verbenero arrasa en el público español, que está encantado con el personaje más cutre, salchichero y cañí que pudiéramos imaginar; una especie de caricatura extrema de lo que sería el prototipo de lo que cualquiera huiría, pero también es aquello de lo que nos encanta reírnos. Siendo honestos, Segura sabe hacer cine cada vez mejor, trufando las burradas más soeces con un buen ritmo dramático en el guión y con un montaje hábil y que no baja el nivel en ningún momento. En esta ocasión se repite prácticamente la fórmula de la primera y segunda parte, solo que aumentando la espectacularidad, las secuencias de acción y el presupuesto, para crear la antítesis de lo que podría ser un policía o agente secreto perfecto –la parodia a James Bond, comenzando por los créditos iniciales es bastante evidente-: la trama ahora gira en torno a una incorruptible eurodiputada que defiende el medio ambiente y que viene a España para cerrar una empresa petrolera. Los mafiosos propietarios de la empresa quieren matar a la mujer de la forma más fácil y para ello fingen contratar un servicio de seguridad que estará capitaneado por el policía mas torpe y asqueroso del país, José Luis Torrente, que además seleccionará él mismo a su equipo de élite.
Con la misma estructura de un circo –en el que aparece desde Iker Casillas hasta El Risitas, pasando por Marisa Medina, El Fary (¡¡impagable aparición divina!!) o Carlos Latre, que interpreta al mismísimo hijo de Torrente- el director, guionista y presentador va creando las situaciones más rocambolescas que alguien pudiera imaginarse, pero también consigue estructurar espectaculares secuencias de acción –como las persecuciones y choques de coches- que en nada tienen que envidarle a las grandes superproducciones norteamericanas y de paso, también explica al propio personaje de Torrente desde su niñez, en unos acertadísimos flashbacks en el que podemos comprender muchos de los elementos de la singular personalidad del policía amante de su SEAT 124 y del Atlético de Madrid.
Además de todo ello, Segura a contextualizado mucho más al protagonista de la saga, adaptándose a la realidad social de España con la inmigración o el paro, encajando todos estos cambios a la que ya podríamos llamar manera de Torrente. Lo mejor del film, es que es honesto y no llama a engaño: Segura sin ninguna duda podría hacer otro tipo de cine pero ¿para qué?. Está demostrado que es lo que el público español demanda, y por ende, es lo que se merece.