Cientos han sido ya las películas que hablaban de robots militares con una gran inteligencia artificial que ponían en riesgo la paz mundial, desde Juegos de Guerra –basada por cierto, en un hecho real- hasta Terminator, pasando por un gran número de filmes de bajo presupuesto; también hemos visto hasta la saciedad películas en las que podíamos comprobar que el ejército norteamericano salvaba una y otra vez al mundo occidental de presuntos enemigos de la paz que eran malísimos y que querían controlar el petróleo, las armas o cualquiera sabe qué, desde Top Gun hasta Mentiras arriesgadas o el mismísimo Rambo. Incluso hemos visto películas en las que ambos elementos se mezclaban, generando productos comerciales, especialmente en las fronteras norteamericanas, ya que fuera de ellas, probablemente ese nacionalismo no se comprendiera demasiado bien. Es algo que sucede con este film, impecablemente rodado, con grandes efectos especiales, pero de guión pobretón –en cuanto a originalidad y progresión argumental- y resultado mediocre: un grupo de pilotos de élite que manejan los famosos cazabombarderos invisibles, van a experimentar la nueva revolución tecnológica con un avión que no tiene que ser tripulado, y que tiene inteligencia propia, y como era de esperar, el experimento sale mal y el avión decide entrar en guerra con Rusia…
El director de películas como A todo gas o XXX le tiene cogida la medida a los recursos visuales videocliperos a la hora de hacer una película atractiva para el público más joven, no en vano Rob Cohen realizó series de televisión como Corrupción en Miami, aunque también es de justicia recordar otros títulos de este director que sin llegar a ser ninguna maravilla, si que eran efectivos como Dragón, la vida de Bruce Lee o Dragonheart. Con la ayuda de un programa informático impresionante, capaz de generar virtualmente cualquier escenario, se han creado las secuencias de luchas aéreas, que son realmente impresionantes, pero el gran problema del film, amén de su falta de originalidad y de su innecesariamente largo metraje, son las carencias del guión, que terminan por aburrir a los pocos minutos del arranque del film, tal es su nula capacidad de sorpresa. Casi todo nos lo han contado ya en muchísimas ocasiones, y esta vez es todo más moderno, impresionante y tecnológico, pero sigue siendo la misma historia de siempre, en la que unos pilotos luchan por el mundo libre occidental, dos de ellos se enamoran, de camino –una piloto y un piloto, que los matrimonios homosexuales aún no han llegado al ejército USA, al menos en cine- y un avión robot Top Gun que se vuelve majareta y puede acabar con el planeta.