Ficha película

Título:
El secreto de los hermanos Grimm
Director:
Terry Gilliam
Intérpretes:
Matt Damon, Heath Ledger, Jonathan Pryce, Monica Bellucci, Lena Headey, Peter Stormare, Mackenzie Co
Calificación:
Crítica

Las películas de Gilliam pueden gustarte o no gustarte, pero seguro que no te dejarán igual, porque ver cualquiera de sus filmes es meterse en un universo tan particular, barroco e insólito, como lo es entra en cualquier cinta de Tim Burton; aunque se repitan las claves de Gilliam, con la ironía, el cinismo y su particular concepción de los personajes -seguramente heredado de su época con los Monty Phyton, ya que fue uno de sus componentes- cada película es un viaje personal, una visión poliédrica del mundo y de las motivaciones de unos personajes que se complican la vida con mil y una historias y al final solo buscan ser felices junto a la chica y comer perdices. Por eso resulta ideal que el propio Gilliam, un avezado cuentista confeso, haya cogido a los Hermanos Grimm creando una biografía apócrifa firmada por la guionista Ehren Kruger: los hermanos Jake y Will viajan por toda la Alemania ocupada por los ejércitos de Napoleón para librar a los lugareños de fantasmas, brujas y maldiciones... solo que son ellos mismos las que las crean, defraudando a todos y sacando una buena tajada. El problema viene cuando llegan a un poblado donde los encantamientos son de verdad, y donde hay una especie de lobo sobrenatural que acecha a una niña que lleva una capa y capucha roja, y una malvada reina se mira en el espejo consultándo quién es la más bella del reino...
Resulta muy divertido ver en el film el origen de todos los fantásticos cuentos de Grimm, desgranados en anécdotas de lo más jugosas, como también resulta interesante ver que Gilliam sigue fiel a su barroquismo visual -y argumental-, asi como a sus actores de toda la vida, entre los que está Jonathan Pryce, con quién ya trabajara en Brazil. El único problema que tiene el film es el ritmo: el montaje resulta algo desigual, y tras un apabullante arranque y un final igualmente espectacular -créanme- existe un segundo acto que se prolonga demasiado en muchos aspectos y puede llegar a resulta algo aburrido. Sin llegar a la maravillosa poesía de El Rey pescador -una de sus mejores peliculas- Gilliam consigue emocionar en muchos momentos; el único problema es que mientras en otras de sus películas el espectador entra a saco en las historias, en esta ocasión casi se exige hacer una especie de pacto tácito con la historia para poder hacerse partícipe de ella, y si no es así, resulta bastante complejo identificarse con los atolondrados protagonistas, dos buscavidas que intentan estafar a todos con sus historias de brujas y con unos atuendos francamente ridículos a la hora de realizar sus exorcismos particulares.


Federico Casado Reina



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