Tiene su gracia. La verdad es que el guión escrito por Nora y Delia Ephron, tiene su gracia, pero resulta demasiado blanco, demasiado inocuo, en un intento de revitalizar la comedia romántica norteamericana, tan depauperada por mediocres producciones. Ahora tomando un clásico de la televisión -como Embrujada, donde Elizabeth Montgomery encantaba a todos, literalmente, con su gracejo y su naricilla respingona- se ha reinventado el mito de la bruja y el mortal unidos en una pareja singular. Dando una vuelta de tuerca a la historia, ahora la acción situa a un actor que quiere volver a dinamizar su carrera buscando una protagonista para la nueva Embrujada, una serie que le relanzará al estrellato, encontrando en el proceso de casting a una bruja auténtica para el papel de Samantha.
La bis cómica de Ferrer, ya vista con holgura en Melinda y Melinda de Woody Allen se vuelve a poner de manifiesto con momentos realmente buenos, y la divinísima Nicole Kidman también encaja perfectamente en el tono de comedia ligera, al igual que los egregios Michael Caine y Shirley MacLaine -originando ambos varias de las secuencias más divertidas de la cinta-.
Pero la falta de pretensiones, el intento continuado en ser políticamente correctos le quita al film parte de su interés: es lógico que la serie televisiva de los años sesenta fuera tan blanca, pero en el siglo XXI debería de existir algo más carnalidad, como ya hizo Ephron en Algo para recordar.