Ficha película

Título:
El sonido del trueno
Director:
Peter Hyams
Intérpretes:
Edward Burns, Ben Kingsley, Catherine McCormack, August Zirner, Jemima Rooper, Corey Johnson
Calificación:
Crítica

Los viajes en el tiempo son uno de los recursos más utilizados en el género cinematográfico fantástico. El genial Ray Bradbury, junto con Isaac Asimov ha sido uno de los grandes maestros de la ciencia ficción y siempre previó un futuro nada esperanzador: si en Fahrenheit 451 –adaptado genialmente al cine por Truffaut- existía un supraestado controlador que borraba cualquier indicio de la lectura, embruteciendo al pueblo con la televisión, con El sonido del trueno se viaja a un futuro cercano donde ya se puede ir al pasado o al futuro, con el simple pretexto de que unos millonarios quieran ir a cazar dinosaurios hace sesenta millones de años; como suele pasar en estos casos, cualquier cambio en el pasado originaría un radical cambio en el presente, o lo que es lo mismo, un presente alternativo al que ahora conocemos, de manera que lo que ahora es un simple boquerón puede llegar a convertirse en un monstruo capaz de comerse un barco de un bocado, o bien que los mismísimos seres humanos, a raíz de una evolución perversa, se transformen en unos mandriles carnívoros con piel a prueba de balas… Con esta premisa, la verdad es que uno se esperaba algo más, sobre todo de un realizador que nos regaló hace décadas el excelente remake de Solo ante el peligro, ubicándolo en el futuro con Atmósfera Cero, una de las incursiones maduras de Sean Connery que más beneficios artísticos le reportó. Claro que Hyams, director de fotografía antes que director a secas, también metió la pata en películas como 2010, El fin de los días o Relic, y ahora abusa de la infografía y de trucos para abaratar la producción –tales como infinidad de secuencias mal iluminadas con linternas, argumentalmente justificables y en su justa medida claustrofóbicas para el espectador, pero que llegan a convertirse en un auténtico plomo, a base de no ver nada…- recreando un mundo alternativo bastante peligroso para el hombre pero casi insoportable para el espectador.
En esta pesimista prospección de futuro, al final todo depende de un avaricioso empresario que es capaz de desactivar un mecanismo de control con tal de abaratar costes, provocando así la paradoja temporal. Lástima que con estos mimbres no se haya hecho una mejor cesta, ya que ni la presencia del gran Ben Kingsley –quizás algo pasado de vueltas- y del guaperas Burns o de la encantadora McCormack consiguen animar una historia que si bien tiene su acción, está carente de ritmo y llega a ser demasiado cansina y hasta cierto punto, previsible. Claro que siempre podríamos pensar que la evolución, tal y como la conocemos lo es ¿o no?


Federico Casado Reina



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