Hay varias cosas que me dejan completamente estupefacto con este film: lo primero es el título en portugués –Viva Sapato!- y su nula correspondencia con el español, debido probablemente a una feliz idea del distribuidor, que seguro que creerá en la mayor comercialidad de un título donde esté la palabra sexo. Lo segundo es que es un film de hace tres años, ya que la producción del mismo fue en el 2002, y no en 2004, tal y como quieren vendernos. Y lo tercero y último –aunque no por ello, menos importante- es la intención de hacer una gran coproducción entre España y Brasil, para dar un producto de tan dudosa calidad como el que nos ocupa. Como comedia de enredos, resulta ciertamente ridícula, ya que la trama –una bailarina cubana viaja a Brasil, pero pierde unos zapatos de baile en Cuba que tienen en sus suelas varios miles de dólares, intentando recuperarlos al precio que sea…- se ve salpicada de todo lo previsible que puede tener un film de estas características –malentendidos, romances inesperados, un galán, una abuelita que no se entera de nada…-, por no mencionar la mediocre factura, más propia de una película de aficionados que de una cinta de estreno en salas cinematográficas de todo el mundo.
Si la coproducción es una forma de conseguir más dinero y recursos para hacer una película digna y atrayente para el gran público ¿entonces porqué no se consigue, habida cuenta de la gran experiencia que tiene Lacerda como productor, actor y director de largometrajes? Si muchos hablamos de la intención de crear un mercado de habla hispana, como alternativa a la colonización del cine norteamericano en todo el mundo, mal vamos con productos como éste, que repiten los mismos chistes de siempre y que para colmo, nos los venden como si fueran originales y graciosos. En el remate, el guión también quiere añadir elementos románticos y casi mágicos para mostrar la cruel realidad económica de Cuba –la protagonista va buscando sus zapatos a través de los trueques que se han realizado, cambiando de propietarios azarosamente-. El gran esfuerzo de los actores –sobre todo de la gran María Galiana y de una sorprendentemente creíble Laura Ramos- está desperdiciado por un director-guionista que parece haber pretendido más cubrir malamente un expediente, que haber realizado una comedia interesante para el público y que aportara algo más de los previsibles tópicos de Cuba y Brasil que son vendidos a los turistas. Es una lástima que estas supuestas zapatillas mágicas no hayan valido para llevarles por un camino mejor, y que no estuviera hecho de baldosas amarillas, como el de Dorothy en El Mago de Oz.