Ficha película

Título:
Lila Dice
Director:
Ziad Doueiri
Intérpretes:
Vahina Giocante, Mohammed Khouas, Karim Ben Haddou, Edmonde Franzhi
Calificación:
Crítica

Desde que Nabokov destapara esa adolescente e insolente sexualidad aparentemente exenta de malicia de su Lolita, la caja de Pandora se abrió para mostrar a ninfas con cara de ángel e intenciones verdaderamente demoníacas, que hacían perder la cabeza a los pobre hombres –ya fueran jóvenes o maduros- que se acercaran a ellas. También tenemos que recordar la bellísima adaptación cinematográfica que de la novela de Margarite Duras realizara Jean-Jacques Annaud con El Amante, y que supuso otra interesante aportación a ese universo poblado de jovencitas con aviesas intenciones. En 1996 se publicó una novela erótica que contaba las aventuras de una chica francesa cuando llega a vivir a un barrio árabe de París, donde tenía una muy especial relación con dos jóvenes, uno tímido y melancólico y el otro arrogante y dominante; Ziad Doueiri ha trasladado el marco de referencia de la obra literaria a Marsella, donde además de mostrar la compleja relación de Lila con Chimo –el autor del libro, y narrador en primera persona de la historia- y con Mouloud, también traza una visión muy incisiva sobre la integración racial desde una óptica novedosa pocas veces realizada en la cinematografía europea.
En ese electrizante juego de miradas y caricias de los jóvenes protagonistas, el director llega a trascender con creces la narración escrita, ya que la novela se componía básicamente de una visión muy personalista del protagonista masculino, y ahora se disgrega dicho protagonismo, intentando evitar con gran acierto la voz en off –un recurso demasiado explotado generalmente- y se juega con muchos recursos visuales que engrandecen la historia de manera natural, sin llegar a ampulosas puestas en escena –como Adrian Lyne hizo con la última versión de Lolita, que más parecía una sucesión de postales a una película de sólida narración-.
Ni que decir tiene, que el gran hallazgo del film es la bellísima francesa Vahina Giocante, una bellísima bailarina a la que hemos visto en cintas españolas como Soldados de Salamina pero a la que todos recordaremos en Bella Ciao; su personaje tiene la sal y la pimienta justa, y su felina mirada hipnotiza al espectador casi desde el principio de su aparición a escena, en contra de lo que pudiera pensarse a la llegada de una inocente chica a un barrio lleno de jovencitos con intenciones nada claras. Esa visión de la oveja comiéndose al lobo es precisamente lo que el realizador ha logrado con gran acierto en este film, que lejos de lo que pudiera pensarse al tocar un tema relativamente manido, logra sorprender en muchos momentos y es capaz de crear secuencias de intensa carga erótica huyendo de la visceralidad explícita y jugando con la imaginación y la palabra.


Federico Casado Reina



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