Dicen que los grandes amigos se demuestran en los momentos límites de la vida; precisamente esta es la premisa de esta divertidísima y excelente película en la que un distinguido maitre de un restaurante se ve involucrado en el suicidio de un pobre hombre amargado e intentará arreglarle la vida como mejor puede, pero cuando hay una bella mujer por medio –que es precisamente la causante de la depresión del suicida-… ya no hay amistad que valga y todo vale para conseguir el amor de la chica.
Salvadori, un director especialista en comedias de nivel, como Los aprendices con Gerard Depardieu, ahora ha querido hacer una película como personajes en el extremo, llegando hasta el límite en el que los intereses personales entran en conflicto con lo que se debe hacer como buen ciudadano. Para ello ha contado con uno de los mejores intérpretes del cine galo con gran diferencia, Daniel Auteil, que últimamente nos regaló una divertidísima actuación en el film Salir del armario, pero al que también hemos visto en otras comedias tan impecables como Mamá, hay un hombre blanco en mi cama o en papeles dramáticos como Sostiene Pereira o La Reina Margot; un prolífico y excelente actor capaz de atajar cualquier personaje, que en esta ocasión realiza un auténtico recital sobre las disquisiciones morales del egoísmo y la amistad, en esta inteligente reflexión cinematográfica.
Con muchos elementos que rozan el absurdo –sobre todo en el arranque del film en el que este buen samaritano realmente se plantea las cosas cuando conoce a la chica objeto de la obsesiva búsqueda de amor de su beneficiado- la película está muy bien lograda en su evolución, tiene diálogos realmente chispeantes, y logra crear un producto neto de género, algo que le falta al cine español, y que tanto tiene que aprender de la producción francesa; una producción que ofrece a sus espectadores productos de una gran variedad, generando una industria con productos que quizás no tengan una calidad brillantísima, en algunos casos, pero al menos consigue conformar una oferta lo suficientemente diversa como para captar a todos los segmentos de la audiencia cinematográfica. De todas formas, la comedia francesa siempre ha gozado de una inmejorable salud y desde Francis Veber a Patrice Leconte o François Ozon, casi todas las variantes de este género, de lo social a la simple y pura de enredos, han sabido sintetizar lo mejor de la comedie française a la gran pantalla.