Aunque la distribución internacional para Chow ha sido algo precaria en sus anteriores trabajos, eso no ha impedido que se haya convertido en una de las grandes estrellas del nuevo cine chino, con películas que ya se han convertido en auténticos clásicos, llenas de humor, la tradición de las artes marciales, y un sentido visual realmente divertido, porque Shaolin Soccer, El Rey de la comedia o Desde Beijing con amor son pequeñas obras de arte, elaboradísimas en sus concepción, y que muestran el complejo y singular universo de un artista –no cabe otra definición debido a la multifuncionalidad de Chow- con múltiples influencias en su forma de ver el cine, desde Bruce Lee a los musicales de Broadway o el western clásico. Su último film es como lo que dicen los jefes de pista en los circos, más difícil todavía: un compendio inimaginable de diversión, en un espectacular y delirante desmadre que aglutina cómic, fantasía oriental, cine de gángsters, comedia y como guinda del pastel, una historia de amor imposible. En la China previa a la revolución comunista, una banda mafiosa aterroriza a todo el mundo, hasta que un buen día dos ladronzuelos se hacen pasar por dos miembros de los peligrosos pistoleros y llegan a un pueblecito donde, sorprendentemente, están ocultos los más importantes maestros de artes marciales…. A partir de entonces, créanme, puede suceder cualquier cosa, y de la manera más rocambolesca, desde que un pastelero se convierta en un maestro de las lanzas, hasta que la casera –con sus rulos incluidos y cigarro en los labios- sea capaz de dar un grito ultrasónico capaz de destrozar todo lo que pille.
Chow, que se lo ha pasado fenomenal realizando esta compleja y divertidísima cinta, ha tomado prestados mil y un recursos de la historia del cine, desde la banda enchaquetada del Kill Bill de Tarantino o de Matrix, hasta los momentos del clímax en los duelos, que parecen sacados de cualquier película de Sergio Leone. Pero lo mejor de su cinematografía, es la capacidad que tiene para reírse de todo, ridiculizando esa ortodoxia que muchos enarbolan como única forma de contar algo. Para que el espectador se lo pase bien, vale absolutamente todo, y si hay que hacer el tonto en el momento crucial en que todos esperan el tópico, pues se hace sin ningún complejo. Esta es la particular forma de ver el cine de Chow, sorprendente, irreverente, divertida y muy original, que logra mantener del principio al fin en esta alucinante aventura cinematográfica, tan indefinible e inclasificable que supone uno de los soplos de aire fresco más interesantes del panorama fílmico internacional. El único problema de la cinta es el inexplicable pésimo doblaje que se ha realizado en español y que demuestra el desconocimiento por parte del director de doblaje en las intenciones de Chow a la hora de ironizar con todo, pero desde una postura inteligente.