Como en todas sus películas, Ridley Scott demuestra cotas de genialidad en algunos momentos: lo primero que llama la atención de este film es la sobrecogedora producción que recrea con precisión milimétrica y grandeza épica el siglo XII, tanto desde el punto de vista cristiano, como desde la óptica musulmana. Con un guión del novato William Monahan -formado como redactor periodístico, y futuro guionista de grandes proyectos como Tripoli o Jurassic Park IV- precisamente es el desarrollo dramático de la historia el que falla, haciendo que la película resulte en su segunda mitad tediosa y lenta: la historia arranca cuando un Barón francés camino de las cruzadas va a saludar a su único hijo bastardo, y le invita a luchar con él por los cristianos en Jerusalem y en el camino el joven Balian asumirá el rango de caballero para llegar a Tierra Santa y comenzar un nuevo orden en tan remoto lugar donde el equilibrio entre católicos, islámicos y judíos es de lo más frágil. Todo el maravilloso preámbulo, con una maravillosa visión de una realidad histórica y social termina por truncarse a la hora de ver una serie de contiendas bélicas impecablemente rodadas, pero tremendamente aburridas por cuanto son inacabables. Además de una banda sonora realmente lograda de Harry Gregson-Williams, la fotografia de John Matieson -que también realizó la de Gladiator- dota a la cinta de una grandeza simpar, mostrando la monumentalidad y trascendencia de una Edad Media que estaba tocando a su fin. Y con eso llegamos al otro gran problema de la película: su protagonista. Resulta a todas luces frustrante que frente a genios que llenan la pantalla como Neeson o Irons, pongan a auténticos palos como Orlando Bloom -que se lleva toda la película con cara de estreñido- o Eva Green -una bellísima mujer que estuvo correcta cuando el maestro Bertolucci la dirigió en Soñadores, pero que ahora resulta bastante sosita-.
En definitiva, una película que prometía ser la gran crónica de un género y estaba llamada a convertirse en el gran referente de un tipo de cine, y se ha quedado en una serie de postalitas monas y una batalla espectacular, pero tan pesada que deseamos que acabe a la mitad...