Yimou ha sido siempre uno de los mejores cronistas de la China profunda, desde “Sorgo Rojo” hasta “Keep Cool”, revisando todas las revoluciones culturales sociales que el milenario país ha tenido a lo largo de su dilatada historia. Aunque siempre quiso huir de los tópicos –y en el caso de China, el gran tópico son las artes marciales…- cuando Ang Lee revolucionó el mundo de las aventuras épicas con “Tigre y Dragón”, Yimou se apresuró a realizar un proyecto aún más ambicioso, en el que se implicó la gran estrella del kung-fú de la actualidad, Jet-Li, pero ese “Hero”, quedó demasiado deslabazada, teníamos el aspecto de estar viendo un film realizado a la carrera para poder aprovechar la moda de las artes marciales. Pero en el film que nos ocupa, el realizador ha sido capaz de olvidar toda la parafernalia propia del marketing y se ha centrado en una historia mucho más pura, mucho más intensa y sobre todo, mucho más creíble: en la China de la dinastía Tang, el emperador está dejando su trono cada vez más descuidado, y una extraña asociación llamada “La casa de las dagas voladoras” ha decidido hacer justicia por su propia cuenta, robando a los acaudalados y entregando sus riquezas a los paupérrimos campesinos que apenas tienen con qué sobrevivir. Cuando dos destacados policías se infiltran en el grupo, conocerán a una misteriosa bailarina ciega que en realidad es mucho más de lo que aparenta, mezclando los sentimientos de los dos hombres hacia ella…
Si hay algún adjetivo para definir este film es el de exquisito, en todo y por todo: desde la fotografía, donde hay auténtica poesía visual a cada plano –en unas composiciones cromáticas y artísticas realmente hipnóticas-, hasta las coreografías de lucha –que superan con mucho a todo lo hasta ahora visto en el reciente cine de artes marciales- o el guión, cuidado hasta el más mínimo detalle. Yimou además demuestra todo el pulso narrativo que perdió en “Hero”; ahora las secuencias fluyen con total naturalidad y no hay ni una sola bajada de ritmo en toda la historia. También se confirma en esta cinta el más rutilante estrellato de Ziyi Zhang, la actriz casi omnipresente en toda la producción asiática reciente más exitosa y lo cierto es que la joven actriz oriental compone un personaje tan fascinante como lo fuera el otro ciego maestro de la espada, el japonés Zatoichi interpretado por Takeshi Kitano. Resulta reconfortante como un realizador de la experiencia de Zhang Yimou ha reencuentra su propio estilo y lo encaja dentro de un género que ha evolucionado notablemente y que sigue tan vigente como en los años setenta, solo que ahora viajando a las legendarias páginas de la historia oriental.