Hay algunos actores a los que su físico les ha marcado, para bien y para mal. Curiosamente, a DiCaprio le ha marcado para mal, ya que su cara de querubín le ha hecho que mucha gente no se crea que es el magnífico actor que en realidad es, y necesitaba un revulsivo tan contundente como su monumental interpretación en esta faraónica producción. Por su parte, Scorsese necesitaba imperativamente un éxito tras el castañazo de Gangs of New York -que le hizo perder credibilidad ante al industria, la crítica y el público, tras éxitos recientes como los de Casino o Uno de los nuestros-. Pocas veces una vida puede ser tan intensa e interesante como la del magnate petrolero Howard Hughes, que con 19 años tomó las riendas de la empresa familiar, pero volcándose además en la producción cinematográfica y posteriormente, en la fabricación de aviones. Scorsese, que ya ha demostrado su habilidad a la hora de contar biografías como la de Jake Lamotta en "Toro Salvaje", ahora se mete de lleno en la piel de un hombre tan fascinante y cautivador como extraño, lleno de complejos y con la misma capacidad para la grandeza como para la miseria. Especial mención merece el trabajo de los secundario, con una Kate Blanchett convertida en una perfecta Katherine Hepburn y un Jude Law que es casi un clon de Errol Flynn. Quizás al film le sobren algunos minutos, ya que el ritmo es irregular en algunos momentos, llegando a cansar en el regodeo de algunas situaciones, pero por lo demás, es un film fascinante que no solo habla de un personaje históricamente reconocible y magnético, sino de un soñador que es capaz de implicar a todos en su delirio, y que es capaz de entrar en la gloria con su propio pie.