Ficha película

Título:
Ong-Bak
Director:
Prachya Pinkaew
Intérpretes:
Rungrawee Borrijindakul, Pumwaree Yodkamo, Petchthai Wongkamlao, Tony Jaa
Calificación:
Crítica

La historia de las artes marciales en el cine casi forma parte del inconsciente colectivo del espectador cinematográfico: desde Bruce Lee hasta Jean-Claude Van Damme o Steven Seagal, todos han repartido lo suyo demostrando sus conocimientos en Kung-fu, Full-Contact, Aikido, Judo, y un sin fin más de disciplinas donde la mente y el cuerpo eran uno, y se podían realizar las hazañas físicas más sobrecogedoras e increíbles. Habría que llegar hasta la gran estrella de la lucha actual en todo el mundo, Jet Li, y la proliferación de expertos en lucha oriental en filmes como “Matrix”, “Tigre y Dragón” o “Kill Bill” para demostrar la espectacularidad de unas evoluciones imposibles, amplificadas con efectos mecánicos, cables y arneses –sin olvidarnos de los efectos sonoros-, en una verdadera coreografía artística de belleza pocas veces vista.
Si todas las anteriores artes marciales mencionadas eran ancestrales, igualmente lo es el Muay-Thai, el boxeo tailandés que desde tiempo inmemorial se sigue practicando, ahora puesto de moda en muchos gimnasios y escuelas; precisamente es lo que practica nuestro protagonista, un monje huérfano e instruido en las disciplinas de lucha para recuperar la cabeza de Ong-Bak, una efigie de Buda que ha sido robada por un gángster, provocando el pesar de todos los aldeanos que creen que esa desaparición traerá las mayores desgracias al poblado.
Como suele pasar en este tipo de cintas, el héroe se enfrenta a legiones de malvadísimos personajes, cada vez más peligrosos, hasta llegar al peor de todos, al jefe, que generalmente suele ser tan hábil como el propio protagonista. La demostración absoluta de la bondad y la habilidad del personaje protagonista –toda una estrella en Tailandia, campeón de esa disciplina- es también otro elemento que habitualmente está presente en la arquitectura de las películas de luchadores, que ya desde “Wan-yu, el luchador Manco” hacían las delicias de grandes y pequeños en aquellas sesiones de cine de barrio o en los cines de verano donde todos salíamos haciendo posturas y profiriendo los clásicos grititos de combate. Ahora se han vuelto a poner de moda las patadas, y raro será que no veamos otra vez florecer el fenómeno de las artes marciales, solo que ahora los vientos vienen de Tailandia y el kárate y el kung-fu, será sustituido por el Muay-Thai. Tampoco es tan raro, al fin y al cabo, estas películas son honestas y no dan ni más ni menos que lo que uno se imagina que verá cuando entra en la sala: una especie de cómic con poca enjundia y con mucha espectacularidad. Tarantino lo entendió así en “Kill Bill” –malamente en la I y muy bien en la II-, y así debemos tomárnoslo, con la misma alegría.


Federico Casado Reina



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