Uno de los mejores y más creativos directores del panorama mundial desde hace años, es el francés Jean-Jacques Annaud, que ha sido capaz de crear una de las mejores adaptaciones cinematográficas de un texto literario –en “El nombre de la rosa”- y que además, consiguió relatar desde un enfoque muy original el conflicto ruso-nazi de la Segunda Guerra Mundial en “Enemigo a las puertas”, por no hablar de los ambientes y la sensualidad de “El amante”, o por supuesto, la “humanización” de un animal en una historia singularmente emocionante como “El Oso”. Ahora Annaud ha tenido la osadía creativa de ir más allá en el mundo animal, situando a dos tigres hermanos como los protagonistas de una epopeya digna de Rudyard Kipling, por cuanto la historia arranca en las remotas selvas asiáticas, casi en el mismo contexto de “El Libro de la selva”, solo que Mowgli ahora tiene la piel rayada, garras, dientes…y un hermano. El film consigue emocionar prácticamente desde el arranque, sin tomar concesiones “fáciles” a la hora de mostrar animalitos divertidos, sino explorando la personalidad de cada uno de ellos, con gran profundidad y originalidad. Además, la cadencia con que Annaud articula la historia es endiabladamente meridiana, aflojando y apretando en los momentos requeridos, oscilando entre la emoción y la acción más frenética.
Toda la poética y la reflexión que tuvimos en “El oso”, ahora han sido aumentadas y engarzadas en una historia que tiene más de aventuras y acción que la anterior; casi podemos ver una versión “real”, de “El Rey León” de Disney, por cuanto los recovecos argumentales nos muestran una saga familiar desde varias ópticas, solo que los felinos elegidos, en vez de ser poderosos leones, son magnéticos tigres a los que se ha conseguido sacar todo el partido dramático en cada uno de los planos –especial atención merece la producción del film, en la que se han utilizado casi 400 tigres en varias tomas, con “dobles” amaestrados de los “protagonistas” para las secuencias de acción, que están impecablemente resueltas-. La vocación del film, lejos de parecer infantil, es más juvenil e invita –como sucedía en el “El Oso” a una reflexión mucho más profunda de la que puede parecer en un primer momento: ¿es lo suficientemente fuerte la llamada de la familia y la sangre, o el instinto puro y duro es capaz de anular toda consideración? ¿cómo influyen los intereses de los demás en nuestros propios destinos? La cinta además tiene unas brillantes interpretaciones de todos los actores humanos –a destacar el británico Guy Pearce –“L.A. Confidencial”, “La máquina del tiempo”- y el francés Jean-Claude Dreyfus –“Delicatessen”-. Un claro ejemplo de cine “familiar”, pero para nada aburrido y tópico.