Al parecer, ahora ha nacido un nuevo género cinematográfico: el neothriller. Prestigiosos directores como Robert Zemeckis –“Lo que la verdad esconde”-, M. Night Shyamalan –“El sexto sentido”- o incluso Anthony Minghella –“El talento de Mr. Ripley”. han intentado resucitar toda la iconografía dramática –y estética- de maestros del suspense como Alfred Hitchcock y renovarla para crear nuevos éxitos de taquilla. Lo cierto y verdad es que hasta ahora, esa tarea ha sido mayoritariamente infructuosa, a pesar de algunos aciertos parciales en algunos filmes (aunque todavía nos queda por ver “Los otros” de Alejandro Amenábar, que al parecer ha encantado en los cines norteamericanos).
Bigelow, una de las llamadas “directoras más masculinas” de Hollywood –habida cuenta de películas como “Acero Azul”, “Los viajeros de la noche” o “Le llamaban Bodhi”- siempre ha realizado películas interesantes: sus sugerentes propuestas argumentales –una policía acosada por un psicópata, unos adictos a la adrenalina cuya única pasión, el surf, les hacía robar, una banda de vampiros que acechaban en los pueblos del interior estadounidense...- estaban invariablemente arropadas por una factura y un nivel de realización verdaderamente brillante. “Días extraños” fue su anterior e incomprendido film, que aunque confuso argumentalmente y en absoluto redondo en cuanto a planteamiento, conseguía elementos muy turbadores en cuanto al orden social de un nuevo siglo.
En esta ocasión esta directora se ha intentado sumar, sin conseguirlo y fallando lamentablemente, en ese “neothriller”, con una adaptación cinematográfica de un “best-seller” –muy conocido en los USA, exclusivamente- que narra el salvaje asesinato de dos inmigrantes nórdicas en una isla de New Hampshire, hace ya más de un siglo. La propuesta sitúa en la actualidad a una fotógrafa y su marido, cuyo matrimonio zozobra, que junto con su cuñado y su novia, viajan hasta la isla para realizar una investigación. Ni que decir tiene que la periodista irá descubriendo una trama oculta en absoluto sorprendente, sobre todo por que los “flash-back” del pasado nos explican con la suficiente nitidez no sólo lo que sucedió, sino lo que acontecerá en breve.
Si a ello sumamos toda una serie de recursos tan tópicos como mal ubicados –voces en “off” que sobran, un subrayado excesivo en los personajes que los hacen maniqueos y predecibles, unas situaciones manidas, como la de los cuerpos bajo el agua, etc.- la película resulta bastante pesada y lo que es peor, aburrida, que es sin duda la mayor de las faltas, máxime para estar ubicado en este género. Ni siquiera la esforzada interpretación de Catherine McCormack, el carisma de Sean Penn o las curvas de Elizabeth Hurley consiguen sacarla del mayor de los tedios.