Al igual que las comedias adolescentes intrascendentes norteamericanas ya campan a sus anchas en las carteleras de todo el mundo, por fin en nuestro país tenemos una alternativa no más honrosa, pero por lo menos, generada en nuestras fronteras, con nuestros actores y con un sentido mucho más cercanos que las de las fraternidades universitarias “delta-kappa-ypsilón”, donde por lo visto todos los estudiantes norteamericanos se lo pasan pipa; nuestro héroe es mucho más español, rozando todos los tópicos más extremos de macho ibérico, y con un punto lolailo entre el Tony Manero de “Fiebre del Sábado Noche” –con quien comparte tupé y camisa negra”- y el mismísimo Fary –con quien comparte lenguaje de barrio y chulería-. En su búsqueda de la felicidad y ayudado por unos amiguetes de lo más singular –desde un guardia de seguridad con pocas luces, hasta un estudiante de química obsesionado en montar un criadero de cannabis- conseguirá una novia impresionante, un cochazo y un trabajo que le permite conocer a la mujer de su vida… que no es otra que la esposa de su mal encarado jefe.
El delirio adolescente es lo realmente importante en este film, y cuando el guión de Joaquín Andujar –“Atraco a las 3 y media”, “El oro de Moscú”- está en esta clave, el film consigue funcionar dentro de sus limitaciones, sencillamente porque en el desmadre, “casi todo vale”; pero en el momento en que la historia se torna trascendente, y se intenta dar un sentido a la búsqueda existencial del protagonista, cae en el más absoluto de los ridículos, tornándose rocambolescos los diálogos, las situaciones e incluso los personajes -¿quién se imagina a un macarra barriobajero que se pone a recitar en pleno frenesí sexual una sarta de románticas declaraciones de amor?-. En cuanto a la interpretación, aunque el director se empeñó en buscar rostros desconocidos, realizando un exhaustivo casting por toda España, son precisamente los actores con cierta experiencia –Jaenada, Miriam Díaz Aroca, Dechent- los que salvan la película en muchos momentos, habida cuenta de la falta completa de credibilidad del resto del reparto –una cosa es sean actores desconocidos, y otra cosa muy distinta, es que ni siquiera sean actores-. Claro que mirado de otra forma, es otro paso más para crear filmes de entretenimiento y poca enjundia, tan malos como las comedias adolescentes norteamericanas. Pero uno todavía guarda una lucecita de esperanza, creyendo casi instintivamente que en nuestro país se pueden hacer historias igual de malas, solo que mejoradas con un poquito más de imaginación. Algún día llegarán, digo yo.