Ficha película

Título:
El exorcista: el comienzo
Director:
Renny Harlin
Intérpretes:
Stellan Skarsgard, James D’Arcy, Izabella Scorupco, Remy Sweeney, Julian Wadham
Calificación:
Crítica

Toda la mitología creada en torno a esta saga cinematográfica y la mala suerte –en el rodaje original ardió el plató, Linda Blair –la famosa niña de la película original- tuvo problemas psiquiátricos, etc.-, podrá seguir existiendo, ya que el director elegido en la preproducción del film, John Frankenheimer murió en la preparación de la cinta, siendo sustituido por Paul Schrader, que también abandonó el proyecto. Y precisamente, todo ese mítico halo de formar parte de la saga más terrorífica de la historia del celuloide, lejos de haber sido el detonante de un éxito comercial, se ha convertido casi en el certificado de fracaso, no ya por que la película sea mala, que no lo es, sino por las elevadísimas expectativas generadas, que terminan por no cumplirse. Los productores creyeron encontrar otra rentable franquicia cinematográfica, pero se podían haber conformado con menos grandeza, y sencillamente, haber tenido menos ínfulas y pretensiones a la hora de lanzar este film, esplendorosamente fotografiado por Vittorio Storaro, y ejemplarmente interpretado por un plantel en estado de gracia, donde destaca Stellan Skarsgard, que interpreta al joven Padre Merrin, que en la película original de 1973 volvía a enfrentarse con Satán, encerrado en el cuerpo de una niña.
Argumentalmente, el guión va hacia el pasado dentro de la cronología de estas películas, encontrándonos en el comienzo de la mitad del siglo XX, con un sacerdote holandés descreído que tras vivir la barbarie de la Segunda Guerra Mundial viaja hasta El Cairo para convertirse en arqueólogo, sin sospechar que iba a encontrar el origen mismo del mal en una capilla enterrada donde se rinde culto al príncipe de las tinieblas. Con este pretexto argumental de sobra importante para conocer la psicología de “el exorcista” –recordemos que, a la postre, el auténtico protagonista de la saga no es el diablo, sino el sacerdote que lucha con él- la película intenta recrear una atmósfera terrorífica bastante interesante, pero todo aquel que vaya buscando “sustos”, se encontrará con unos cuantos golpes de efecto provocados más por trucos puramente cinematográficos –como sonidos, imágenes insertadas- que por un argumento capaz de turbar: ese era precisamente el acierto de la película original, que mezclaba ambos elementos para provocar la intranquilidad y la duda más terrible jamás vista en un film. Aunque Harlin ha intentado voluntariosamente “arreglar” el entuerto que Paul Schrader dejó deslabazado en esta película, no ha logrado llegar ni de lejos al nivel de la famosa cinta dirigida por William Friedkin: ese estigma, precisamente, que podía haber sido lo más importante para este film, se ha convertido en un insuperable escollo: si logramos olvidarnos de eso, hay que reconocer que no está del todo mal dirigida, tiene una buena factura y la historia es interesante.


Federico Casado Reina



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