Ficha película

Título:
Conspiración en la Red
Director:
Peter Howitt
Intérpretes:
Ryan Phillippe, Rachel Leigh Cook, Claire Forlani, Tim Robbins, Douglas McFerran, Richard Roundtree.
Calificación:
Crítica

Paradójicamente, una de las políticas que los norteamericanos tienen más a gala, es la libre competencia: en el capitalismo libre –¿o debería decir “liberalista”?- todas las empresas pueden y deben competir por el consumidor, que a la postre, es quien saldrá beneficiado tanto del producto como del precio del mismo. Por ello, cualquier “manipulación” de ese inmutable corolario del llamado “modo de vida americano” es pretendidamente intocable, a pesar de existir en muchos casos unas remotas rivalidades como las de Pepsi-Cola y Coca-Cola, MacDonald’s y Burger King, Warner y Disney... y así un interminable etcétera.
Y es curioso como esta ley antimonopolio (“Antitrust” en su inglés original, que es exactamente el título de la película) es entendida de una manera bastante peculiar en lo referente a lo extra-norteamericano, tomando manga por hombro en muchas ocasiones –y en muchos países no-anglosajones, lamentablemente-. Pero quizás uno de los casos recientes más sangrantes del tema tenga lugar en el mundo de la informática, donde irremediablemente surge el nombre de uno de los más ricos magnates de la humanidad, Bill Gates, el creador de Microsoft: han sido tantas las especulaciones y acusaciones a este innegable talento de las finanzas y la comunicación, que ya han surgido seguidores y detractores que incluso se atreven de calificarlo del “nuevo anticristo”. La película planteada por Howitt -un realizador británico llegado de la televisión que ya debutó con un film modesto y poco original, aunque realizado con acierto “Dos vidas en un instante” con Gwyneth Palthrow y John Hannah- plantea el ya eterno mito de Fausto: un talentoso chico recién salido de la facultad es fichado por un magnate de la informática, apadrinándolo en su todopoderosa empresa. Las implicaciones progresivas que el chaval descubrirá en la organización –exteriormente muy “liberal”, pero en realidad un exacerbado modelo del más salvaje estalinismo que deja al “Big Brother” de Orwell a la altura de un zapato- serán verdaderamente escalofriantes y decidirá luchar contra ellas al precio que sea.
El referente hacia Microsoft y su interminable litigio legal es más que evidente, además de por el título –“Antimonopolio”-, por el personaje de Tim Robbins, soberbiamente articulado e interpretado, con todas las legendarias manías de Gates, amén de un más que evidente parecido físico con el creador del sistema operativo “Windows”. El problema es que el ansia de crear un producto comercial ha transformado un apetecible film en un parco “thriller” de adolescentes norteamericanos, tan predecible como tópico en muchos casos, y donde vemos, una vez más, la clásica moralina. Lástima.


Federico Casado Reina



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