Desde que “Acción Mutante” llegara a las pantallas, Alex de la Iglesia se ha convertido en uno de los cineastas más personales de toda la producción española, con un sentido del cine muy marcado por el espectáculo visual y el casticismo, y desde el heavy metal de “El día de la Bestia” hasta la los vecinos de “La comunidad”, todos han marcado la pauta social de nuestro país, mostrando un mosaico muy completo e irónico de todas las clases y personajes posibles. A pesar de sus dos grandes descalabres comerciales –“Perdita Durango” y “800 balas”-, este director sigue apostando por un cine comercial que además tiene un marchamo especial de calidad y con su propia producción y un guión coescrito por él mismo y su habitual colaborador Guerricaechevarría han realizado una interesante visión al género del suspense, embozado en una negrísima y delirante comedia que llega al grado de perversión en muchos momentos, situando al personaje principal en el límite de la cordura. La historia comienza cuando Rafael, un ambicioso, sofisticado y seductor vendedor de unos grandes almacenes, ve cómo la gran oportunidad de su vida –ser jefe de planta- pasa delante de sus ojos, y en una acalorada discusión con su rival, éste fallece accidentalmente; hasta ahí sería todo un problema importante, pero se torna en pesadilla cuando la única testigo de la muerte es la más fea y vulgar empleada de los grandes almacenes y sorprendentemente, ésta utiliza su complicidad para sacar de Rafael todo lo que quiere, incluyendo un matrimonio…y lo que podría haber sido una vida feliz, se convierte en la mayor de las torturas.
La elección de los dos protagonistas es brillante, tanto Willy Toledo –magnífico en todos sus registros, en su innegablemente excelente bis cómica- como Mónica Cervera, en una versión perversa de todas esas víctimas de los filmes de Hitchcock, que a la postre se convierte en verdugo egoísta e implacable. De hecho, toda la estructura argumental de la película es una inteligente vuelta de tuerca no ya a la filmografía del maestro del suspense, sino a esos pequeños cortometrajes que con tan poca vergüenza presentaba en la televisión, con su habitual socarronería, elemento éste que también está presente en todo el guión. Pero si ponemos en una balanza toda la compleja trama de asesinato –excelentemente planteada- y el salvaje sentido del humor –aún más brillante, si cabe-, el saldo arroja un saldo positivo hacia la comedia, que consigue un gran nivel en todo momento, y que hace que el espectador disfrute con un film muy bien estudiado, y que sin tener unas pretensiones excesivas, si que logra un nivel excelente en divertir al espectador con una estética que mezcla elementos televisivos y cinematográficos, así como recursos de los más diversos géneros, pervirtiendo con gran lucidez todos los parámetros que Hitchcock utilizó con más ortodoxia.