Después de “Heat”, era muy complicado hacer una película con delincuentes tan carismáticos como lo era Robert de Niro en este film, pero Mann lo ha logrado. Y no lo ha hecho por que Tom Cruise esté sobresaliente en su interpretación –más bien un aprobado raspadete- sino por vertebrar una historia tan interesante como original en este género en el que ya estamos un poquito hartos de lo mismo: un implacable asesino pagado por un cártel de narcotraficantes llega a Los Angeles para asesinar a cinco testigos de un juicio importantísimo; tomando un taxi, hará que el pobre taxista le acompañe en su insólito recorrido.
El azar, un elemento que ha marcado buena parte de la filmografía de Mann, vuelve a estar presente, concatenando sucesos y destapando momentos cruciales de la historia con la simple suerte como elemento desencadenante. Es una lástima que el personaje protagonista –pensado desde un primer momento para Robert De Niro- no se haya desarrollado con la esforzada pero insuficiente interpretación de Cruise, pero todo se le perdona a esta película que te tiene literalmente pegado a la butaca todo el tiempo de proyección y no te deja libre ni un solo segundo.