Aunque durante un tiempo se vincularon las carreras de Tony Scott y su hermano, el también director Ridley Scott –“Alien”, “Blade Runner”-, sus respectivas trayectorias han ido paulatinamente divergiendo hasta conformar dos formas diferentes de ver el cine, que aunque tengan concomitancias visuales y artísticas –a ambos se le nota la influencia de la publicidad-, han evolucionado independientemente: mientras que Ridley tiene una concepción más “grandiosa” de ver sus propias creaciones –casi se podría decir que cada una de sus películas es un acontecimiento que hace temblar la industria entera, como sucedió en los ochenta, y ha vuelto a suceder con “Gladiator” o “Thelma & Louise”-, Tony sencillamente quiere contar historias, enfocadas desde su particular y preciosista prisma, que no para de explorar en los más rompedores y novedosos campos visuales.
Protagonizada por el gran Denzel Washington –que como siempre, está soberbio- el film es un remake de otro ya realizado a finales de los ochenta, protagonizado por Danny Aiello, y cuenta la historia de un exagente de la CIA, que es contratado para proteger a una niñita en México, y cuando ésta es secuestrada, la venganza del guardaespaldas será terrible. Con un guión de Brian –“Mystic River”, “L.A. Confidencial”- Helgeland, el film explora con gran lucidez todo el camino de la venganza, en un ajuste de cuentas que ríanse del de “Terminator”. La estructura argumental del film, pues, no tiene demasiada enjundia, ya que se divide entre la relación del protector-protegido, y el posterior baño de sangre que intenta poner justicia en los raptores. Lo realmente impresionante del film, es cómo Scott ha empleado una narrativa realmente original, utilizando los recursos más diversos –desde la cámara lenta, hasta la superposición digital, manejo de texturas y colores de la imagen, etc.- para mostrar el caos de la mente del protagonista, un atormentado Denzel Washington que cuando logra darse a sí mismo algo de esperanza y humanidad, resulta que le arrebatan todo aquello por lo que ha vuelto a creer, una niña de 9 años. Impecablemente montada, y con una banda sonora realmente impactante, Scott ha sabido dotar a su última cinta no solo de un alma propia, sino de un regusto racial muy interesante, recabando en las tradiciones mexicanas más sempiternas, y mezclándolas con el código de valores de un hombre que sólo aspira a seguir viviendo. El excelente trabajo de los secundarios –donde destacan Christopher Walken, que ya trabajó con Tony Scott en “Amor a quemarropa” y Giancarlo Giannini- es otro elemento que le da a esta película, presumiblemente típica, el marchamo de calidad y originalidad que sin duda tiene.