Que la endeble “industria del cine español” –así entrecomillada”- necesita diversidad en sus “productos”, no es ningún secreto, como tampoco lo es que gracias precisamente a eso, ha logrado una mayor cuota de espectadores y credibilidad ante los mismos. Pero es una lástima poner al servicio de un film de resultados tan mediocres la producción que se ha tenido en “Hipnos”, no ya a nivel económico –más de dos millones y medio de euros-, sino a nivel de recursos estilísticos y artísticos. No cabe la menor duda que el cine de suspense-terror está de moda en todo el mundo –y creo que siempre lo ha estado- pero de un tiempo a esta parte, Alejandro Amenábar ha revolucionado el panorama nacional en este género cinematográfico. Y el intento de esta adaptación cinematográfica de la novela de Azpeitia, tenía todas las bendiciones para convertirse en una cinta interesante a todos los niveles. Pero lamentablemente, todas esas buenas intenciones, todo ese esfuerzo, se ha visto poco recompensado con la globalidad de la cinta, decididamente anodina y lo que es peor para este tipo de filmes, previsible.
Toda la acción arranca cuando tras un terrible crimen que deja traumatizada a una niña, una joven y prometedora psiquiatra llega a una clínica especializada en terapia hipnótica: a partir de entonces, las apariencias engañarán no solo a los pacientes, sino también a la doctora recién llegada, que irá descubriendo el terrible secreto que hay allí. Siendo un poco justos, el planteamiento de la historia es muy original, aunque se capte realmente al final de la película, pero todo el desarrollo cinematográfico del film, es claramente deficiente y poco creíble, con una limitadísima capacidad de conectar con el espectador.
Otro elemento muy negativo es la pésima interpretación de la protagonista, que aunque esforzada, raya en el ridículo en varias secuencias presuntamente cruciales para el desarrollo de la trama argumental. En definitiva, una verdadera lástima, que con estos mimbres se haya hecho una cesta tan poco lucida, porque con estos recursos, dignos de la más cuidada producción internacional, se le podría haber pedido mucho más a este prestigioso realizador publicitario que parece que ha estado muchísimo más preocupado en encontrar una fotografía preciosa, que en contar una historia realmente interesante, que sorprenda e intimide al espectador, como cabría esperarse de una película de estas características y género.