Todo depende de quién dirija: Igual que no se le puede pedir a un neófito que realice en sus primeras películas producciones de calidad –aunque si lo hace, bendito sea Dios, ahí tenemos a Orson Welles, John Huston y otros tantos, que en su opera prima nos deslumbraron a todos-, tampoco se puede tolerar que una persona de la experiencia, valía y solvencia de Spielberg haga un producto de estas características, porque “La terminal” es una ñoña comedieta romántica, que aunque parte de una idea curiosa –basada en un hecho real, ya que hay un hombre que vive –o vivía- en un aeropuerto de París- al final se malogra por intentar cargar las tintas en lo romanticón, llegando a ser de lo más blandengue y azucarado que uno pueda imaginarse. Todos los tópicos del género, todos los elementos propios de este tipo de cintas son subrayados hasta lo demasiado obvio, llegando a cansar. Encima, el todopoderoso Spielberg se permite el lujo de incluir elementos de comedia totalmente fuera de tono que además rompen en presunto “estado romántico” que se supone que busca el film. Con todo ello, tenemos una cinta verdaderamente mediocre, completamente predecible, y todos los toques de realismo mágico que podrían haber logrado una historia bonita, al estilo de Capra, quedan eclipsados por su vertiente más comercial.
Además, en el cine esto no es nada nuevo, ya que hay muchas cintas francesas –como “En Tránsito”, o en menor escala “Subway”, donde en el metro de París convivían y se buscaban la vida unos “sin techo”- que lo han retratado de una manera muchísimo más aguda: Victor Naborski, el ciudadano de un país ficticio de este, viaja hasta Nueva York y cuando va a desembarcar, resulta que estalla una Guerra Civil que invalida su pasaporte, debiendo permanecer en la terminal hasta que se aclare el incidente diplomático entre su nación y Estados Unidos; el problema comienza cuando de dias pasan a semanas y de éstas a meses, debiendo adaptarse a su nuevo hábitat en todos los aspectos. Allí conseguirá sobrevivir de las más insólitas maneras, se enamorará, encontrará trabajo, amigos, toda una odisea dentro de uno de los aeropuertos más grandes del mundo.
Si Spielberg hubiera apostado por la fórmula de “Atrápame si puedes” –en este caso, el enfrentamiento sería entre el pasajero desubicado y el coordinador de seguridad del aeropuerto, obsesionado con las normas y leyes- seguramente el film habría funcionado muchísimo mejor, ya que la historia de amor resulta demasiado ficticia, irreal, y para colmo, sin carne alguna –en todos los sentidos-. Es una pena que un género que puede ser de los más bonitos se haya reducido a aplicar unas cuantas fórmulas e incluir grandes estrellas en el reparto. Y así no hace una película en condiciones ni siquiera el genial Spielberg.