Ficha película

Título:
Young Adam
Director:
David Mackenzie
Intérpretes:
Ewan McGregor, Tilda Swinton, Peter Mullan, Emily Mortimer, Jack McElhone, Therese Bradley, Ewan Ste
Calificación:
Crítica

Después de ver cómo la industria norteamericana aplica sus respectivas fórmulas para crear comedias, dramas, suspenses, y terrores cinematográficos, resulta por menos que reconfortante encontrarse con un clásico “thriller”, que tenga un sello diferente, original, europeo, en definitiva. Aunque se podría llegar a la demagogia con esta afirmación, en el preciso caso que nos ocupa el género clásico se ha revitalizado con una notable brillantez y madurez, a manos de este realizador escocés que ha adaptado a la gran pantalla la novela clásica de la generación “beat” de los cincuenta, en la que un rebelde y contestatario desconocido que trabaja en una barcaza es testigo del descubrimiento de un cadáver, y además se mete en el matrimonio del que es su jefe en la embarcación que navega en los canales de Glasgow.
El pulso del film es pausado pero tremendamente firme, alternando una estructura narrativa de suspense –con claras reminiscencias a Hitchcock- muy bien elaborada, con otra en la que se refleja un turbulento triángulo amoroso entre el joven protagonista y la madurita esposa de su patrón. Además de contar con lo más florido de la interpretación escocesa –con unos Peter Mullan y Tilda Swinton inconmensurables- el gran acierto ha sido elegir como protagonista a uno de los más camaleónicos y versátiles actores de la actualidad, que igual es capaz de enfundarse una túnica Jedi para dar vida a Obi-Wan Kenobi en “Star Wars”, que canta y baila como un profesional en “Moulin Rouge”, o hace creíble a un heroinómano en “Trainspotting”, porque Ewan McGregor, vuelve a sorprendernos en este papel, superando todas las expectativas que uno pueda tener sobre él, y mostrando que aún tiene muchísimo más que decir en su carrera interpretativa. Si sorprendentes son los giros que sus gestos pueden dar hacia uno u otro registro, aún más increíbles son los matices en su expresividad, su forma de mirar y hablar, que puede convertir en un segundo la más afable de las caras en el más crispado y colérico gesto.
Aunque existen no pocas licencias a la hora de trasladar el texto original del papel a la pantalla, Mackenzie ha tenido la suficiente habilidad como para salvaguardar los pilares justos de la revolución social de mediados del siglo XX, para dejar bien claro que esos valores idealistas siguen, de alguna forma, vivos en la actualidad, y que la ingenuidad y la ternura aún pueden anidarse dentro del corazón más fustigado y duro.


Federico Casado Reina



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