¿Cuáles son los elementos que conforman la estructura industrial en cualquier disciplina, ya sea la automovilística, la sanitaria, la petrolera, la de la moda o la de la alimentación? La oferta, esa que se mueve al nivel de la demanda del público consumidor, que es precisamente el que engrandece o aniquila una determinada industria. Igual que los videojuegos ya se han convertido en uno de los epicentros del ocio en todo el mundo, otras “industrias” han ido paulatinamente cayendo en desuso hasta llegar a desaparecer. Por eso, una industria que se precie ha de ofertar productos que además de ser atractivos, también tengan un marchamo de calidad. Hollywood y todas sus películas “de estudio” en su concepción de “cine-consumo” fomentada por los economistas, cada vez se está alejando más de ofrecer un cine interesante, repitiendo una y otra vez fórmulas presuntamente rentables e intentando explotar no sólo la taquilla, sino también todo el merchandising originado. Pero en esa industria, lo que sigue siendo rentable es la diversificación de películas, que es precisamente lo que nos falta en España: por eso este film da un valiente paso adelante a la hora de crear un film moderno, interesante, sugerente en su arranque y bien construido: un grupo de submarinistas –en una curiosa revisión social, intentando conformar un fresco tipo “gran hermano”…- queda aislado en medio del mar, y cuando intentan que un barco les auxilie, presencian un asesinato; al final, decidirán subir al navío, pero los marineros no quieren ninguna prueba.
Con esta estructura y con el recurso del misterioso y claustrofóbico barco escenario de la historia –elemento éste que ya ha sido explotado en el cine, tan bien como en “Calma Total” y tan mal como en “Ghost Ship”-, Freixas se acerca bastante a lo que podría ser una alternativa española al más puro “thriller”, heredero de la mejor tradición del cine de acción y suspense; todo parece funcionar, ya que los actores están muy creíbles, el guión está bien escrito, se mantiene el suspense… pero lamentablemente, el final no está en absoluto al nivel que merecería el resto del film, ya que parece un parche puesto a la carrera.
De todas formas, resulta un film curioso y muy bien producido, que ha sabido aprovechar todos los recursos de una cuidadísima producción –ejemplar labor la de Joan Sabaté- para acercarse a la diana completa de lo que podría ser un film completamente comercial, orientado a un público variopinto, y que ofrece algo que el cine español está pidiendo a gritos: diversificación, que ya estamos un poquito hartos de las historias intimistas de algunos directores erigidos en Mesías de sus propios psicoanálisis, y que nos quieren hacer partícipes de ellos.